«Le hemos dedicado mucho tiempo, entusiasmo e ilusión a cumplir los requisitos que nos exigen para ser catedráticos, y cuando por fin lo consigues, te encuentras con que no puedes promocionar, eso es muy frustrante». Quien así habla es María José Estrela, profesora titular del Departament de Geografia de la Universitat de València (UV). Forma parte del colectivo de 200 profesores de la UV acreditados a catedrático por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca) a los que la tasa de reposición del 10 % de las jubilaciones impuesta por el Ministerio de Hacienda en 2012 ha frenado su carrera docente.

Esta especialista en técnicas de análisis del cambio climático hace cuatro años que logró la acreditación. «La espera es frustrante porque no sólo te afecta personalmente, pues a parte de todo el esfuerzo, ves que le has quitado mucho tiempo a tu familia (es madre de tres niños), sino que es negativa a nivel profesional porque te impide crecer como científica», subraya. «No puedo optar a proyectos de investigación de excelencia ni en España ni en Europa porque, aunque no lo exijan las bases, implícitamente tienes que estar en el top, y el top es ser catedrático», añade.

La Oferta Pública de Empleo (OPE) docente de la UV para 2016 prevé 25 plazas de promoción a cátedra, un número insuficiente para el colectivo de acreditados. «Aunque parezcan muchas, el atasco que hay las convierte en un número pequeño y eso genera frustración y desánimo al no ver el horizonte», apunta Manuel Pérez Alonso, titular del Departament de Genètica que también lleva cuatro años con la acreditación en un cajón.

Frustración «al no ver horizonte»

Una sensación que también comparte Vicent Josep Escartí, profesor del Departament de Filologia Catalana que cumple un año acreditado a cátedra. «Llevo 26 cursos dando clase en la UV, donde empecé como asociado, trabajando en el objetivo de ser catedrático y cuando estás apunto de alcanzarlo, te bloquean el acceso», dice.

«El proceso de acreditación a catedrático es infernal», recalca Escartí. En este sentido, Estrela incide en que «pasar cuatro años esperando a ser catedrático es muy triste porque te llegas a preguntar si vale la pena luchar tanto».

«Tengo 52 años „prosigue el filólogo„ y no veo justo que tenga que esperar siete años para ser catedrático». Ese es el periodo que calcula que tardará en promocionar al ritmo de 25 cátedras por año, pues ocupa la posición 172 por antigüedad en la acreditación. «Esta situación es muy injusta para los compañeros de más edad, pues se jubilarán sin la cátedra», apunta.

Los tres recalcan en que el retraso en la promoción no sólo les perjudica a ellos. «El mayor impacto es para la Universitat, pues al acceder a menos proyectos de investigación tendrá menos ingresos y, por tanto, menos capacidad de generar empleo», asegura Alonso.

Consideran insuficiente las 25 cátedras que ofertará la UV este año, por lo que reclaman al rector Esteban Morcillo «un esfuerzo por buscar la forma de desencallar el proceso», dice Escartí. «Yo entiendo que la Universitat quiera consolidar a los escalones del profesorado más desfavorecido, pues tenemos que ser solidarios con los que están más fastidiados, pero lo que tampoco quiero es que se nos perjudique a nosotros», concluye.

«Estamos repartiendo miseria»

La vicerrectora de Ordenación Académica y Profesorado, María Vicenta Mestre, comprende las críticas. «Distribuir una tasa de reposición nunca puede contentar a todos, pues estamos repartiendo miseria y cada vez hay más profesores acreditados que tienen legítimas aspiraciones a promocionar».

La Universitat sólo puede ofertar 51 plazas por el turno libre y 26 de ellas se destinarán a estabilizar como contratados doctor (personal laboral indefinido) a docentes interinos. Son los ayudantes doctor a los que durante los cuatro años de tasas de reposición recortadas se les acabó el contrato de cinco años y las universidades convirtieron en contratados doctor interinos para evitar que perdieran el empleo. Actualmente en la UV hay unos 60 docentes interinos, pero cuando en junio acabe el curso rozarán los 90.

El problema radica en que Hacienda contabiliza los contratados doctor dentro de la tasa de reposición de funcionarios, pese a no serlo, con lo que no generan plazas de promoción. Así, al lanzar 25 vacantes de titular únicamente puede sumar otras tantas cátedras. «Con 200 acreditados a catedrático y otros 100 a profesor titular, satisfacer a todos es una utopia», lamenta Mestre.