«El Bloc era un movimiento fracasado a mediados de la década de los 90», admite Enric Morera. Una opción política residual, inmersa en una batalla identitaria «que empobrecía a los valencianos mientras otros organizaban Juegos Olímpicos», rememora el hoy presidente de las Corts. «Acabar con aquella confrontación y liderar un valencianismo de conciliación resultó clave», resume quien ha dirigido las dos refundaciones del valencianismo, la de la Unitat del Poble Valencià (UPV) en el Bloc y la de éste en Coalició Compromís.

Hoy, según las encuestas un 22% del censo valenciano considera que Compromís es la fuerza política que mejor defiende los intereses de los valencianos.

Década y media en la que el valencianismo progresista marcó a fuego en su ADN la disposición a establecer alianzas con otras fuerzas políticas, la clave de su crecimiento, aunque muchas veces la propia organización lo ha entendido como muestra de debilidad o de falta de confianza.

En mayo, Morera abandonará la dirección del Bloc y dejará paso a una nueva generación tras alcanzar 19 diputados en las Corts, la presidencia de la Cámara, dos de las cuatro carteras que Compromís gestiona en el Consell, Educación y Economía, y la alcaldía de Valencia entre un buen número de los municipios más poblados.

De momento, los nombres que se barajan para sustituir a Morera son los de la secretaria de Organización, Águeda Micó, o el de Rafael Carbonell, jefe de gabinete del conseller de Economía, Rafael Climent. Pero en sectores de la formación se considera que esos nombres salen a la palestra en un proceso de sucesión aún en fase inicial y al que pueden sumarse según avance perfiles como el del eurodiputado Jordi Sebastiá o el portavoz en el Congreso, Joan Baldoví. Un congreso que planteará el futuro del partido, diluido hoy en una coalición con Mónica Oltra como gran referente.