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Entrevista

Iván Prado: "Idomeni es inhumano; allí Europa ha escrito su acta de defunción"

«Los refugiados no tienen nada, pero son el público más agradecido. Actuaba descalzo y los niños se quitaban sus zapatos para dármelos»

Iván Prado: "Idomeni es inhumano; allí Europa ha escrito su acta de defunción"

La payasada de desnudarse ante la valla que separa, en Idomeni, Grecia de Macedonia no le hace ni pizca de gracia a esa Europa que tabica sus fronteras con muros y alambradas. «Ante esos muros toda la humanidad esta desnuda», afirma Iván Prado, el payaso que lucha con la risa contra los taciturnos poderes.

El portavoz de Pallasos en Rebeldía no para. Acaba de regresar de Idomeni. Y este fin de semana imparte en Pedreguer un taller en el que los participantes hacen el saludable ejercicio de reirse de uno mismo, de crecer desde el ridículo. Antes de empezar, Iván Prado habla con Levante-EMV de la crudeza de Idomeni, un callejón sin salida, un lugar que no lleva a ninguna parte, donde malviven unos 15.000 refugiados sirios.

«Es un lugar inhumano, la zona cero de la humanidad. Quince mil personas han quedado atrapadas y desamparadas en un territorio europeo», denuncia. «Idomeni es un mar de lodo. Cuando llueve todavía se vuelve todo más dantesco. Las tiendas de campaña flotan como góndolas. Y sólo hay diez letrinas para todos los refugiados».

Iván Prado también asegura que en ese campo de refugiados «Europa se ha desenmascarado; ha escrito su acta de defunción que luego ha rubricado en su acuerdo con Turquía».

Pallasos en Rebeldía acudió allí a arrancar sonrisas a los niños. «Van descalzos, no tienen alimentos. Las madres y padres no disponen de ropa para vestir a sus hijos. Allí hay gente que ha perdido los dedos de los pies de tanto caminar y del frío», relata Prado.

Pero incluso donde la esperanza parece que le ha dado la espalda al mundo, la risa brilla como un relámpago. «Claro que los niños y los mayores se alegran cuando llegan los payasos. No tienen nada, pero son el público más agradecido. He actuado en Gaza, con morteros cayendo a 300 metros, y ese público, como el de Idomeni, es el más fraternal».

En los tres días que estuvieron en el campo de refugiados, actuaron «de tienda en tienda», en la gasolinera bajo cuyo techado se cobijan cientos de personas, en los caminos o junto a la vía del tren. Los payasos nómadas llevan el circo allí donde se tercia.

«Los niños son muy generosos. Me regalaron un sombrero y, en una actuación en la que iba descalzo, se quitaban sus zapatos para dármelos», recuerda Prado. «Se ríen, sí. Y sonríen y te abrazan. Se manifestaron porque querían que no nos marcháramos».

Los payasos también acudieron a Idomeni a sacarle los colores a la Unión Europea. Ante la valla que separa Grecia de Macedonia, la que aprisiona a los refugiados, soltaron globos. Además, colgaron sus narizotas de clown de la alambrada. Iván Prado se quedó en cueros. «Los refugiados también se hallan desnudos de protección y justicia», afirma este «artivista», como él mismo se define. Prado ya había realizado con Leo Bassi y Patch Adams performances ante otros muros de la vergüenza. «Lo que buscamos es reírnos del poder y derribar muros psicológicos generando imágenes irrisorias», reflexiona.

«No sé si la risa es lo más revolucionario, pero sí es lo más generoso que puedo hacer». Este payaso contesta sin titubeos a la pregunta de cómo puede la gente ayudar a los refugiados. «Ir allí, claro está. Pero también dejar de votar a los gobiernos de derechas de la Unión Europea y desmantelar esta Europa que es una unión de los poderes macroeconómicos. Y salir a la calle y exigir que se cree un corredor de seguridad para quienes huyen de las bombas y la miseria».

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