El 14 de abril de 1912, el Titanic navegaba por el Atlántico a la máxima presión de las calderas. La negligencia del capitán obviando informaciones sobre icebergs propició la tragedia.

A poco que nos esforcemos encontraremos paralelismo entre el obcecado capitán Smith y Mariano Rajoy, presidente del Gobierno y del PP que lleva toda la vida en el puente de mando del partido.

A Rajoy los avisos no le llegaban en morse, ya existían los móviles e Internet, además de los medios, lAnticorrupción, la UCO, la Udyco y el boca/oreja. Al igual que el capitán del Titanic, Mariano Rajoy es el máximo responsable del aquelarre que durante lustros protagonizaron dirigentes del PPCV. Ni ejerciendo la más inverosímil contorsión mental es posible comulgar con las ruedas de molino que pretende Rajoy. La triste historia escrita por la larga cuerda de sinvergüenzas que mancillaron el buen nombre de los valencianos fue posible merced a la actitud de tancredismo exhibida por el presidente. Es kafkiano que tras el último episodio protagonizado por el equipo de Rita Barberá y ella misma, bochorno y vergüenza, Rajoy siga proclamando que «no tenía ni idea». Realmente, ¿sabe algo, sobre cualquier asunto, el hombre que aún dirige el destino de España? Miedo da tanta supuesta ignorancia. Por enésima vez recuerdo en este espacio el despropósito sin fin que Mariano Rajoy ha venido protagonizando respecto al PPCV. El obligado cese de Francisco Camps ponía en bandeja de plata un cambio profiláctico en los reinos de taifas creados. El nombramiento de Alberto Fabra quedó en un brindis al sol, con la intención de que el exalcalde de Castelló, pensando en un carácter aún más tibio que el demostrado, actuara como mero comparsa del aparato que controlaban Rita Barberá, Alfonso Rus, Juan Cotino y el defenestrado Camps. A estas perlas cultivadas de la política se le unió el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, que gozaba humillando a Fabra. Mientras tanto, la hez de la corrupción iba engordando y desprendiendo tufos de inaguantable olor. Ante lo cual, hay que colegir que Rajoy, a demás del oído y la vista, para entonces, había perdido el olfato. O sea, una piltrafa, en escasas condiciones de asumir las más altas responsabilidades.

Por aquello de que más vale tarde que nunca, el PP ha decidido abrir expediente a Barberá, ante el cabreo de la exalcaldesa, que ya ha lanzado veladas amenazas. Rajoy, desbordado por las críticas internas, no ha podido acceder a los deseos de su amiga a la que empapela, con todo el dolor de su alma. Esas mismas voces, Maroto, Levy, Casado, Cifuentes y otros muchos, deberán permanecer atentas al trabajo de Isabel Bonig. Sería un lastre definitivo para el PPCV que la actual presidenta recibiera el mismo trato de indiferencia que tuvo que soportar Alberto Fabra. Bonig, contra viento y marea, está volcada en el intento, tan difícil como necesario, de sanear el partido conservador y defender cada día el buen nombre de miles de afilados (150.000) que siempre han trabajado con honradez y convicción, en defensa de un modelo de sociedad.

Los ediles se resisten a entregar el acta, de la que no pueden ser destituidos. Menudo papelón el de Bonig, en la incierta misión de poner orden en un PPCV triturado por comportamientos incalificables. Ciertamente el asunto que ahora mismo afecta de pleno a Rita Barberá, el carné número 3 del PP, atañe al punto medular de cualquier partido: la financiación. Dejando que la Justicia haga su trabajo, siempre he mantenido que los casos de corrupción que, como setas, han surgido en diversos partidos nacionales, tienen su origen en la Transición, cuando se obvió una adecuada ley de financiación de partidos, propiciando una cultura permisiva. De aquellos polvos, estos lodos. Sin obviar la catadura de los personajes que, aprovechando la coyuntura, robaron a espuertas en nombre de unas siglas políticas.

Conociendo el funcionamiento de los partidos tradicionales y cuanto se ha cocinado en la trastienda, no quisiera estar en la piel de Bonig. En el sálvese quién me temo que en lo sucesivo iremos conociendo interesantes comportamientos.

El PPCV está abierto en canal, es la hora de la verdad de los instintos humano. Una vez más comprobaremos lo ruin que puede llegar a ser la política. Dicho lo cual, siendo sintomático, provoca risa, cuando ahora mismo la cuestión mollar que tiene contra las cuerdas a Rita son falsas donaciones, reintegradas, de mil euros. Como diría Rus: «¡Che, una propineta!».