A la valenciana Luciana Pérez-Catán, que desde hace una década vive en Bruselas, donde trabaja para el Comité de las Regiones, los atentados la han sorprendido en el coche, cuando iba hacia su trabajo después de dejar a sus hijas en el colegio. Eso, probablemente, le ha salvado la vida, puesto que al poco de llegar a su oficina se ha producido el atentado en la estación de metro de Malbeek, la que ella suele utilizar (la última vez fue la semana pasada) y donde 20 personas han fallecido esta mañana.

Se ha enterado de las explosiones en el suburbano, precisamente, por una compañera (las del aeropuerto las escuchó en la radio del coche, camino del trabajo), quien ha entrado en la oficina "tiznada y asustada" porque estaba dentro de la estación cuando ha ocurrido la detonación. Desde entonces, Luciana y sus compañeros están atrapados en las instalaciones porque "la orden" de las autoridades belgas es que nadie se mueva de donde esté ante el temor de que haya "dos personas armadas que puedan seguir actuando" o incluso "un tercer atentado".

La situación, relata, es "extremadamente desagradable" y "dramática" porque es duro "pensar que hay gente muerta a unos metros de ti". No obstante, Luciana la afronta con entereza, al igual que el resto de la población belga, que desde los atentados de París vivía en "estado de alerta" y "a la espera" de una cadena de acciones terroristas como las perpetradas hoy.