Vicent Miquel i Diego habitaba ese punto „perdido ya en el mapa de las ideas„ en el que se cruzan una moderada ideología democratacristiana con un apasionado valencianismo que invoca constantemente al país. Ayer, ese delgado espacio perdió a uno de sus históricos miembros, el hombre que participó en la fundación del partido político Unió Democràtica del País Valencià (48.000 votos en las elecciones de 1977). Vicent Miquel i Diego, que fue secretario de actas del Consell Preautonòmic del País Valencià, falleció ayer al mediodía a los 76 años. Murió casi de repente, cuando regresaba de realizar unas gestiones particulares en el Ayuntamiento de Valencia y viajaba en taxi con su mujer. Su repentino adiós es simbólico: la vida se le escapó después de visitar el ayuntamiento al que sirvió durante 23 años. Fue el secretario general del consistorio del cap i casal entre 1991 y 2009, año en que se jubiló al cumplir los 70 años de edad.

Licenciado en Derecho por la Universitat de València y en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense, tuvo una vida profesional muy intensa. Ejerció como secretario general de los ayuntamientos de Almassora, Mazarrón (Murcia), Algemesí y Paterna. En régimen de acumulación, ejerció a su vez como secretario de los ayuntamientos de Alzira y Carlet, además del antiguo Consell Metropolità de l'Horta y de la Entidad Metropolitana de Servicios Hidráulicos. También ejerció de abogado en los ayuntamientos de Xàtiva, Carlet y Aldaia, y fue profesor de Derecho en la UV.

Al socaire del Concilio Vaticano II publicó en 1965 el libro L'Església valentina i l'ús de la llengua vernacla, con un ataque al aplastamiento franquista de las lenguas minoritarias. Fue un asiduo de las tertulias valencianistas del Hotel Inglés de Valencia.

Como escribía Agustí Colomer por su 70 aniversario, su fidelidad a las raíces ideológicas fue imperecedera. Mientas unos pasaban del SEU franquista a la UCD, AP o incluso a la izquierda, otros descolgaban los retratos de Marx y Lenin tras la caída del Muro. El comedor de su casa, en cambio, siguió presidido por su fotografía junto con Aldo Moro, el líder de la democracia cristiana italiana.