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Solidaridad

"Me levanté del sofá y dije: 'Me voy a Grecia a ayudar a los refugiados'"

Tres valencianos viajan a Idomeni para alquilar una furgoneta y trasladar a sirios fuera del campamento

"Me levanté del sofá y dije: 'Me voy a Grecia a ayudar a los refugiados'"

«¿Qué hago en mi casa? Nada». Ese es el pensamiento que asaltó a Mercedes Rodríguez, Jorge Méndez y María Escalona, tres valencianos que han decidido viajar a Grecia, alquilarse en Atenas una furgoneta y ayudar a refugiados a llegar a una frontera segura desde el campamento de Idomeni, donde 12.000 sirios viven hacinados en tiendas de campaña entre barro y lodo. El viaje durará siete días. Se llevan un par de mudas y casi mil globos de colores: una de sus prioridades es transportar a los niños que vagan solos tras perder a sus familiares en la guerra o en el viaje hasta tierras europeas.

Partieron ayer a las 14.45 horas, justo en el mismo día en que entraron en vigor las deportaciones «en caliente» de refugiados desde la Unión Europea a Turquía. Levante-EMV estuvo con ellos pocas horas antes de su vuelo, que se han pagado de su bolsillo.La gasolina para los traslados de los refugiados corre a cargo de aportaciones voluntarias que han recaudado en apenas 20 días. Unos 1.500 euros que les permitirá realizar cerca de diez trayectos diarios. Esperan poder ayudar a unas 500 personas.

«No vamos a hacer nada ilegal. Les acercaremos a la frontera sin traspasarla, porque eso sería tráfico de seres humanos. Todos somos padres y madres y no vamos a poner en peligro nuestra libertad», cuenta María, la ideóloga junto a Jorge de esta «Caravana Solidaria». «Llegamos a Atenas, alquilamos la furgoneta más grande que podamos, conducimos hasta Salónica, que está a una hora de Idomeni y a partir de ahí, a vivir en la carretera», relata esta educadora social afincada en Valencia. Calculan que recorrerán unos 2.000 kilómetros en 7 días. Allí contarán con el apoyo de vecinos de Salónica implicados desde hace tiempo en labores humanitarias.

«No tenemos una ruta marcada. Vamos a cubrir sus necesidades dentro de nuestras posibilidades», detalla Jorge. Además de tener hijos a su cargo, todos trabajan y tienen responsabilidades, «pero no cuesta tanto pedir una semana e ir a ayudar, lo que no se puede es estar sin hacer nada»,añade. «Yo no aguanto una manifestación más con la pancarta. Me siento falsa», relata María.

De la indignación a la acción

La idea de coger el petate y marcharse a «hacer algo» se fraguó al calor de los informativos televisivos. «Estaba un día viendo el telediario, las imágenes del campamento de Idomeni, de repente se levantó del sofá y dijo: '¡me voy a Grecia!'», cuenta Verónica Villanueva, esposa de Jorge. «Fue tal cual. No podía ver todo eso y no hacer nada. En seguida llamé a María y lo organizamos en tres semanas», apostilla.

«En mi caso, pensé en mis futuros nietos, en qué pensarían de mí cuando crecieran. 'Abuela, ¿qué pasó con los refugiados?'. Yo podré decir que hice algo», confiesa María. «Soy madre soltera, tengo fibromialgia y una pensión del 55 %. Si puedo aparcarlo todo una semana para ir a Grecia, ¿qué no podrá hacer el resto?», se pregunta Mercedes, vecina de Quart de Poblet.

«No le estamos haciendo un favor a nadie, son sus derechos», arremete Jorge. Unos derechos que, en opinión de estos valencianos, se están pisoteando en suelo europeo bajo el paraguas del tratado UE-Turquía. «Idomeni es un infierno. La burocracia y el sistema no está dando respuesta a estas personas. Todo es lento e infructuoso. Miles de niños han desaparecido y nadie hace nada. Es inhumano», concluyen.

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