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De 'bestia negra' a ministro amable

El responsable de Hacienda ha dispensado al presidente Puig un mejor trato desde el punto de vista de las formas que el que tuvo con Fabra, a quien colmó de desplantes

De 'bestia negra' a ministro amable

El ministro en funciones de Hacienda, Cristobal Montoro, trajo de cabeza al Ejecutivo de Alberto Fabra durante su mandato. Sin miedo a exagerar, podría decirse que el titular de Hacienda se convirtió en una 'bestia negra' para la estrategia del PP de la Comunitat Valenciana. La hemeroteca es testigo de los numerosos encontronazos que el ministerio mantuvo con la Generalitat popular hasta el punto de que en el Palau de la Generalitat se ponían a temblar cada vez que Montoro abría la boca. Un día ponía en evidencia al Consell al tumbar sus pretensiones de abrir el debate sobre la financiación autonómica y otro exigía en público recortes a la hacienda valenciana.

El problema, más que de fondo, era de formas. Y de eso se quejaban amargamente en la plaza de Manises. Se lamentaban de la escasa sensibilidad del ministro a la hora de abordar en público sus problemas financieros. Un poco de calor, pedían, habida cuenta de que compartían carné de partido.

Memorable fue el rifirrafe que una mañana mantuvieron el número dos de Montoro, Antonio Beteta,con el entonces ministro de Hacienda, Juan Carlos Moragues, a cuenta de los ajustes presupuestarios. Beteta actuó de padrino de Moragues en un conferencia, pero al minuto de acabar, criticó al Consell por su política de gasto y le conminó a ejecutar unos recortes que Moragues acababa de rechazar. El feo fue tal que la cúpula regional llegó a pedirle a Génova que no enviara por un tiempo al secretario de Estado (con más inri con casa en Alicante) a la Comunitat. Incluso algunos consellers animaron a Fabra a rebelarse contra Rajoy por lo que consideraban el trato indignante del ministro de Hacienda.

El último desplante sonoro que tuvo que encajar el expresidente Fabra de Montoro fue la cita que le solicitó tras una cumbre de empresarios en el Palau para presionar por el cambio del modelo de financiación. Un órdago que a Montoro no gustó en absoluto y al que respondió dando largas hasta casi rozar la humillación.

Con estos antecedentes, el cambio de signo político en el Palau auguraba un choque de trenes. Sin embargo, el ministro ha dispensado desde el punto de vista de las formas un mejor trato al nuevo inquilino del Palau. Desde que es presidente, Puig ha levantado dos veces el teléfono para concertar una reunión con Montoro y en menos de una semana la agenda del ministro le ha hecho hueco. En las dos ocasiones, Puig se ha vuelto a Valencia con algo bajo el brazo que ofrecer, aunque sea desde el punto mediático. Algo que por cierto ni si quiera Montoro concedió a Fabra, al que en una ocasión llegó a desmentirle su optimista versión del encuentro vía comunicado oficial. El ministro está de salida y, aunque sea desde el punto de vista formal, prefiere ire con la mano tendida.

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