La prueba más clara de que Montoro eludió el encontronazo con Puig fue que el asunto más espinoso que planeaba sobre la cita (el incumplimiento del déficit y la exigencia de un tijeretazo en las cuentas) no se abordó. Puig evitó rebelarse ante los recortes y Montoro abandonó el tono crítico y las alusiones a los desmanes de gasto del bipartito. Un pacto de caballeros, que seguramente transcurrió en estos términos: Yo no te reprendo por el exceso de déficit, pero tú no digas que no vas a cumplir. Y de esta manera, el socialista se fue con la promesa de la buena voluntad del Gobierno en funciones para agilizar la llegada del FLA extraordinario y con el enésimo compromiso de acabar con la infrafinaciación. j. r. valencia