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Abriendo foco

La singularidad valenciana

El sistema se sanea y los antiguos gobernantes dan paso a los nuevos, obligados a renegociar el papel de valencia en España.

La singularidad valenciana

Propongo que, puestos a provocar con la república, plantemos el yate de Mussolini en una rotonda, o el Lancia de Rita. Los políticos deberían estar para solventar los problemas de la gente, no para abrir nuevas zanjas, ya sean sobre banderas, lenguas, etc, y para que su tránsito efímero reflejara un balance positivo. Hemos observado estos días a los antiguos titanes del Olimpo político local arrastrando la pesada maleta de la herencia en soledad en aeropuertos y juzgados. El «sic transit gloria mundi», vigente en nuestro paisanaje político, incide aquí con crueldad por los hechos recientes y la mala praxis. Pero cabría recordar, para frívolos u olvidadizos, que por el trance de la pérdida del oropel pasarán todos. Sin excepciones.

Balance. Llegado el momento, cuándo se apaguen los focos, ¿podrán mostrar los nuevos un mejor expediente que sus antecesores? Los políticos están de paso en la gestión de este Reino, siempre resignado a ventilarse deudas y proyectos sin subvenciones. Y ningún líder ha logrado sacarnos de la postración histórica. Poco han cambiado las cosas desde que sólo Cádiz o Sevilla fueran autorizadas por la realeza para comerciar con las Indias. Nuestro puerto siempre tuvo que apañárselas solo y seguimos en la autogestión y el emprendimiento. Esta semana hemos sabido que el 28 por ciento de los jóvenes valencianos quieren ser empresarios. Un diez por ciento por encima de la media española. ¿Es esa capacidad emprendedora nuestro primer pecado?

Crisis. Aquí la última vez que el Estado invirtió a fondo perdido fue cuando Navarro Rubio se hizo un chalet, construyó un parador y levantó Santa María de Loreto en Xàbia para que su hija tomara la comunión. Se cumple medio siglo ahora. Desde entonces no hay obra que no paguemos a escote. De tan «muelles» -como decía el Conde-duque de Olivares- nos costeamos incluso aquello que no nos podemos permitir. Y para recochineo, atendiendo al imaginario fallero, renacemos de las cenizas, aprovechamos las crisis para «reviscolar».

El hecho valenciano. El 80 por ciento de los singulares edificios que jalonan la Plaza del Ayuntamiento, por ejemplo -y los que más perduran- se pergeñaron en pleno crack del 29, cuando el resto del mundo agonizaba. Valencia rebota antes de las crisis y quizás por eso en 2015 -con todo lo que ha caído- la Comunitat ha liderado el crecimiento del PIB en España. Es triste que semejante capital se vea empañado por la llamada hipoteca reputacional y la marginación financiera. Esta inaceptable circunstancia debería hacer respingar a nuestros actuales gobernantes -cómodos actores de un gobierno sin oposición- para liderar un cambio real por el encaje del «hecho valenciano» en la España actual. Sólo hay que remontarse al Plan Sur para entender el contexto actual. Le debemos a tan útil como gigantesca obra nuestra fama de autosuficiencia -«això ho pague jo»- que permite a los gobiernos de todo pelaje chulear al Consell. Eso de pagar el desvío del Turia que idearon los ingenieros de Franco a base de pegar sellos es uno de los primeros y peores antecedentes.

Liderazgos ¿Cómo deben responder a este reto los actuales políticos gobernantes? Pueden hacer como Quique Martín, el célebre portero del Valencia CF fallecido esta semana. Súbase al larguero señor Puig. Reivindique un nuevo contrato con España. Exija respeto y róbele la foto a esa Administración con la que deba lidiar en el futuro inmediato. Buena metáfora de rebeldía es el ejemplo del cancerbero valencianista allá en el 54 hurtándole el protagonismo al caudillo en la final de la Copa que le ganamos al Barça. Sí, le ganamos, porque hay pocas cosas tan estúpidas como ser culé habiendo nacido a la orilla del Túria o del Xúquer. Con perdón.

Agravios. Los frentes son múltiples y los agravios variopintos. En inversiones educativas o sociales. En obras públicas. En espacios ciudadanos. Tenemos una estación de AVE de policarbonato o una Marina con una deuda oceánica condenada a dedicar todos sus ingresos para pagar la deuda con el Estado ¡durante los próximos 30 años! ¿Qué viabilidad puede albergar la dársena con semejante losa? ¿Sufrieron Barcelona o Sevilla el mismo trato con la inversión olímpica o la fiesta de la Expo?

De banderas y pancartas. Rebeldía y constancia es lo que hace falta y no fotos fáciles y profundizar en los complejos de la izquierda. Se diría que el alcalde Ribó se ha desviado del «tono» del principio de su mandato, en el que parecía un alcalde que estaba por encima de sus propias siglas. Joven en el cargo, muestra los tics del «pato cojo», los achaques del candidato que no renovará. Parece haber renunciado a ser un líder transversal para abonarse al eslógan. La celebración republicana podrá justificarla desde parámetros emocionales o culturales pero impide consensos. Su jefa Oltra lo ha entendido mejor. Del megáfono a la vicepresidencia. De la camiseta a la cocina de la gobernabilidad. Del estrambote a la ofrenda emocionada. De ponerse delante de los grises a sentarse con AVE. De la ò a la ó. Ella sí que sabe.

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