El suelo tembló y Josep Pitarch, valenciano afincado en Quito, corrió a coger en brazos a su hijo de un año. «Fue instinto protector. Lo cogí y nos colocamos debajo del marco de una puerta hasta que pasó el terremoto», cuenta por teléfono el exbajista de Obrint Pas, profesor de la Escuela Superior de Audiovisuales en Quito y que está realizando un documental sobre Ecuador. Fueron segundos muy largos con el pequeño Inti „nacido en el país andino„ en brazos. Más de un minuto de los que no se olvidan.

A Marc Gonzalo, otro valenciano en Quito, también le sorprendió el seísmo en el interior de un edificio. Cuando salió del inmueble, el cableado eléctrico de la calle todavía temblaba. «Aquí estamos acostumbrados a los temblores, pero no nos imaginábamos lo que había sucedido en la costa», dice. Marc, director de fotografía empleado ahora como profesor en la capital de Ecuador, se muestra más preocupado por lo que le han relatado por teléfono amigos de la zona más afectada que por lo que ha visto en Quito. «Me estaban contando ahora mismo por teléfono que han visto que las furgonetas en las zonas más afectadas salen llenas de cadáveres. Está completamente arrasado», lamenta.

Por contra, la nota positiva es la solidaridad desatada en el país. Josep Pitarch ya ha hecho varias entregas en los puntos de ayuda. Ha llevado mantas, sábanas, mosquiteras y agua. «Se ve a todo el mundo participando en labores de ayuda», dice. La Generalitat no tiene constancia de que entre los fallecidos figure ninguno de los cerca de 4.700 valencianos que residen en Ecuador.

Misioneros al raso. El sacerdote valenciano Ramón Peris Pla, natural de l'Alcúdia de Crespins y misionero en Ecuador desde hace más diez años, y el seminarista de Aiacor Rafael Alventosa, han sobrevivido al terremoto que ha provocado la muerte de varios de sus feligreses en la ciudad portuaria de Manta. El misionero y el seminarista han pasado la noche en colchonetas en el patio de su casa, ubicada junto a la parroquia de San Patricio que lleva el misionero valenciano por «el peligro de réplicas», según informó ayer el presidente de la comisión diocesana de Misiones, Arturo Javier García, que ha contactado con ellos por vía telefónica y ha confirmado que se encuentran «en buen estado».

Mirando la patria a 9.000 km. La tragedia se ve con «preocupación, nostalgia e impotencia» a 9.000 kilómetros de distancia. Así lo está viviendo Carlos Andrés Almeida, ecuatoriano de 35 años residente en Valencia. Tiene un hermano en Guayaquil, una de las zonas más afectadas, que se encuentra bien, y otra hermana en Quito a la que no le ha ocurrido nada por fortuna. Carlos está «asustado y preocupado» porque en cualquier momento puede recibir el aviso del fallecimiento de algún amigo o familiar. Aunque lleve doce años en España, dice que «la tierra tira mucho» y que es momentos como éste cuando más se nota. «Ves la bandera de tu país a media asta y sientes mucha tristeza y dolor por la gente afectada», confiesa. Espera la solidaridad internacional. «Toda ayuda es buena», dice.

Ocho horas incomunicada. La ecuatoriana Lilian Sarango regenta un restaurante en la Gran Vía Ramón y Cajal, junto a la calle Pelayo de Valencia. Se enteró del terremoto por una llamada, el domingo a primera hora, de su hermana que también reside en Valencia. Descubrió la magnitud de la tragedia cuando fue a un locutorio y no pudo contactar con sus familiares: las líneas telefónicas no funcionaban.

Su familia más cercana vive en La Concordia, un pequeño pueblo del cantón de la provincia de Santo Domingo de los Tsachilas, una de las seis provincias afectadas y declaradas en emergencia. «La verdad es que ahora estoy más tranquila, sé que mis padres y mi hermano están bien», expresa aliviada. Estuvo intentando comunicarse con conocidos de allí, y no fue hasta las 13 horas del domingo „ocho horas después„ cuando una vecina le confirmó que todos estaban bien. «Todo el mundo se comunica por redes sociales. Dicen que las imágenes son terribles», asegura la ecuatoriana afincada en España desde hace 16 años. Lilian está preocupada porque a la mala situación económica que ya había en el país se le suma lo ocurrido.

Bombero sobre el terreno. Vicente Perugachi es un bombero ecuatoriano que está trabajando en Pedernales, epicentro del seísmo y zona en situación «muy grave», según el gobierno ecuatoriano. Perugachi explicó ayer a Levante-EMV que la situación allí «es muy penosa» y que la población está «completamente devastada». Cuentan muchas víctimas mortales, un gran número de edificios se han derrumbado y otros están en serio peligro de hacerlo en las próximas horas, describe el bombero. La población de este municipio „que teme sobre todo las réplicas por el peligro de tsunami que conllevan„, abandonó sus hogares y, por el momento, se está alojando en un estadio de la zona y en un parque.

El cónsul en Valencia: «Ahora la prioridad es salvar vidas»

Gabriel Monge es cónsul de Ecuador en Valencia desde 2007 y asegura que la situación que vive su país tras el terremoto es una tragedia de dimensiones astronómicas. «Ecuador es hoy un estado de excepción», dice. Monges afirma que la prioridad se centra ahora en «salvar vidas» y no duda en agradecer el esfuerzo y la solidaridad de instituciones y vecinos que no han dudado en ponerse a disposición del consulado para «lo que haga falta». Y lo que falta, de entrada, es dinero. Para salvar vidas, para reubicar a los damnificados, para reconstruir el país. Por ello, el consul de Ecuador en Valencia, Gabriel Monge, explicó ayer que el trabajo se centra «en coordinar con las autoridades españolas y ecuatorianas el envío efectivo de la ayuda humanitaria». El consulado ha habilitado un número de teléfono de emergencia (616193132) para informar a los familiares de las víctimas.

«Lo primero —añade el cónsul— es mostrar nuestra solidaridad a los familiares de las víctimas. Estamos consternados. Conocemos la solidaridad del pueblo valenciano y esperemos que esta primera fase crítica obtenga la respuesta necesaria porque hay que atender a las víctimas», dice el cónsul.