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Análisis

El día que la fiesta acabó para 'Ric'

La mano derecha de Camps en el PPCV se distanció de Génova hace siete años cuando apuntó a Rajoy en una rueda de prensa

Ricardo Costa puso un muro entre él y la dirección nacional del PP hace ya siete años cuando en plena tormenta por el caso Gürtel y en una multitudinaria rueda de prensa dejó claro que no estaba dispuesto a ser el «chivo expiatorio» del partido y que todo lo que se hacía en Valencia lo era con conocimiento de Rajoy. Ric, como le llamaban sus más allegados, había sido hasta ese momento un hombre de partido, un dirigente incapaz de moverse un ápice del argumentario que marcaba Génova o la calle Quart.

Por aquella época, bajo la etapa de Francisco Camps, mandaba y mucho en una organización donde aterrizó tras un correctísimo papel como portavoz de Economía en las Corts. Con el pedigrí que le daba ser hermano de un ministro (Juan Costa) y tras haberse ganado estar en primera línea, Costa se convirtió en la mano derecha de Camps, en su hombre de confianza por excelencia.

Pero llegó Gürtel, primero en forma de trajes regalados y después en forma de financiación irregular. Y todo ello aderezado de sonrojantes conversaciones con El Bigotes que dejaban al número dos del PP en una delicada situación. Génova lo vio claro enseguida y pidió a Camps la cabeza de su hasta entonces fiel escudero. Pero la lealtad de Costa con el PP tenía un límite: y ese límite era él mismo.

Y es llegado a este punto cuando Costa se salió del guión y rompió su idilio con el PP. Apuntó hacia arriba, hacia Rajoy. Y ahí se cavó su tumba. Fue un 14 de octubre de 2009. Sólo había transcurrido 48 horas desde que González Pons irrumpiera en en el Palau, en medio de la celebración del 9 d'Octubre, para decir aquello de que «la fiesta acaba a las cuatro», una frase con la que el enviado de Génova venía a decirle a Camps que ya no había margen y debía sacrificar a su número dos. El presidente convocó al partido para preparar una defenestración honrosa, pero Costa, horas antes, convocó a la prensa y, sin permiso del Palau, envió un órdago a Rajoy:

«Nunca la dirección nacional ha pedido al PPCV ni a mí que dejase de trabajar con ninguna empresa ni, en concreto, con Orange Market. Si la dirección nacional tenía otro criterio, nunca se materializó en una instrucción, y si se hubiera materializado lo habríamos cumplido como siempre», dijo.

Aquellas palabras sentaron como un tiro a la dirección nacional y, en concreto, a Maria Dolores de Cospedal, secretaria general del PP. Horas después el partido aprobaba el relevo provisional del secretario general tras un rocambolesco comité regional, pero la salida de Costa no era suficiente. Unas declaraciones del todavía portavoz del grupo fueron la excusa que sirvió a Cospedal para expedientarle por desobediencia. La fiesta había acabado para Ric, pero empezaba para Rajoy.

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