La ciencia ha logrado en los últimos años avances espectaculares en el campo de la nanotecnología -la manipulación de la materia a escala minúscula- consiguiendo grandes impactos y haciendo llegar a la sociedad que este campo puede contribuir próximamente a uno de los logros más revolucionarios en áreas como el tratamiento del cáncer, la catálisis o la fotovoltaica. Sin embargo, la doctora en Ciencias Químicas e investigadora Ramón y Cajal del Instituto de Ciencia Molecular (ICMOL) de la Universitat de Valencia, María González Béjar, lanza un mensaje de prudencia al señalar que “no debemos dar la imagen de que estamos cerca de resolver tantas cosas cuando estamos tan lejos”.

Ante la proliferación de artículos de divulgación en los que se asegura por ejemplo que “se ha conseguido un fármaco, una nanopartícula o una nanoplataforma que parecen ser que son la cura para el cáncer, me gustaría que fuéramos más prudentes y tuviéramos cuidado a la hora de anunciar ciertos avances”, afirmó la investigadora del ICMOL, que hizo hincapié en que algo que funciona a escala pequeña en un laboratorio no debe ser trasladado a la sociedad como la panacea que ya cura los tumores. “Aunque vamos progresando a grandes pasos, no tenemos la solución de momento, porque antes hay que resolver muchos problemas como la toxicidad y la viabilidad de administración de estos nanomateriales en animales y pacientes reales”, añadió, para incidir en la necesidad de la máxima prudencia ante el optimismo que suscitan las investigaciones que se están desarrollando en su posible potencial a corto plazo.

Durante su conferencia “Nanopartículas activadas con luz” en la Fundación Cañada Blanch, dentro del sexto ciclo “ConecTalks” de divulgación científica que dirige Vicent Martínez, catedrático de Astronomía y Astrofísica de la Universitat de València, María González Bejar se adentró en el desarrollo en el laboratorio de nanomateriales capaces de absorber luz, que producen distintos procesos imposibles de generar en la oscuridad y que ofrecen nuevas propiedades si las comparamos con los mismos elementos a mayor volumen. El tamaño de las nanopartículas es de tan reducidas dimensiones que se miden en la escala nanométrica en la que la unidad de longitud es el nanómetro, que equivale a una mil millonésima parte de un metro.

El oro también puede ser morado o rosa

González Béjar hizo hincapié en que, a diferencia de las reacciones térmicas, la luz ofrece muchas posibilidades de reactividad que no están totalmente explotadas, ya que los procesos fotofísicos o fotoquímicos no están ampliamente entendidos pese a que existen numerosas técnicas en las que el uso de la luz es primordial. Asimismo resaltó la diferencia que tienen las nanopartículas en cuanto a su comportamiento tanto físico como químico respecto a la misma composición pero en un material grande, poniendo como un ejemplo muy simple el del oro, que en nanopartículas deja de ser dorado y adquiere tonos desde el morado o azul hasta el rosa. Y como tercera característica destacó que no solo poseen propiedades diferentes del material a escala normal sino que también ofrecen una reactividad distinta cuando absorben la luz.

La especialista en Fotoquímica mencionó que la absorción de luz es crucial en muchos procesos que nos rodean y como ejemplos más básicos señaló la fotosíntesis y el proceso de visión. Podemos encontrar también procesos más complejos como la terapia fotodinámica de tratamiento de procesos tumorales o los paneles solares. Sobre la absorción de la luz señaló que el primer concepto que hay que entender es que tan solo la luz de la energía adecuada puede ser absorbida por un material determinado. “La capacidad de visión que tenemos dentro del espectro electromagnético es en la longitud de onda del espectro visible, en los colores que vemos habitualmente”, afirmó. “Pese a que ante una luz infrarroja el ojo la percibe, estamos aparentemente ciegos porque nuestro cuerpo no la traduce a ningún color.” Sí que podemos utilizarla para activar otros materiales, sí que la sentimos en forma de calor”, explicó.

Los tres procesos básicos de los nanomateriales

Más adelante hizo referencia a los tres procesos básicos que pueden sufrir los nanomateriales cuando incide la luz sobre ellos. El primero consiste en que simplemente pueden producir emisión en forma de luz (fluorescencia o fosforescencia) y el segundo en forma de energía (por ejemplo calor). En el nanomaterial, además de crear procesos con emisión de luz o energía, se puede generar una transferencia de electrones dentro del material y también a los materiales que estén a su alrededor. Si se juntan esas propiedades de absorción de luz con su tamaño se puede diseñar una nanopartícula o un nanohíbrido que consistiría en una nanopartícula modificada en su superficie con otras pequeñas cosas de forma que podría por ejemplo dirigirse a un lugar determinado del organismo.

Como ejemplo práctico del anterior proceso señaló la producción con nanopartículas de un fármaco que pudiera dirigirse hacia una zona concreta de un organismo en la que se hubiera detectado un tumor. Se trataría de un fármaco, en principio inocuo, que se irradiaría con luz en la zona del tumor para generar una reactividad con la que matar las células cancerígenas.

Líneas de investigación en el ICMOL

La investigadora resaltó los avances logrados en los últimos años en el desarrollo de las nanopartículas y profundizó especialmente en los relacionados con fotoquímica, es decir, en los procesos de activación de moléculas a través de la luz. En este sentido, María González detalló algunas de las líneas de trabajo del grupo investigador de Reactividad Fotoquímica del que forma parte en el Instituto de Ciencia Molecular, como la utilización de nanopartículas de oro para detectar un biomarcador en orina de procesos tumorales, cuyos primeros estudios están siendo positivos y que persiguen simplificar la vida a pacientes con cáncer que han de someterse a radiaciones.

Otra línea de investigación muy distinta a la anterior se basa en nanopartículas que absorben luz infrarroja y emiten en visible y cuyas utilidades van desde detección de falsificaciones al desarrollo de nanoestructuras biocompatibles que puedan ofrecer a determinados enfermos una terapia con irradiación de una zona dañada o en la que haya que efectuar un tratamiento específico.

María González Béjar terminó su exposición resaltando que una gran parte de la ilusión con la que el Grupo de Reactividad Fotoquímica y los grupos con los que colaboran investigan se basa en el deseo de poder contribuir a lograr avances que sean útiles a la sociedad. “A pesar del camino que queda por recorrer, -concluyó-, cada vez estamos un poco más cerca”.