«Los concejales no se acaban de ir y nosotros no hemos acabado de entrar». La reflexión procedente de un dirigente del PPCV evidencia las dificultades con las que se encuentra el partido para enfocar la próxima campaña electoral en el cap i casal, una plaza clave donde se cosecharon 145.000 votos el paso mes de diciembre tras recuperar 40.000 respecto a las autonómicas de 2015. Los populares de Isabel Bonig vieron en el resultado del 20D una esperanza de recobrar el vigor que antaño tuvo el partido en la ciudad, el punto de partida de una nueva etapa sin la figura omnipresente de Rita Barberá.

Sin embargo, el estallido del caso Taula a principios de año hizo saltar por los aires los planes de la lideresa del PP de una transición tranquila y meditada. La imputación de prácticamente todo el grupo municipal y el cerco judicial a Barberá obligó a Bonig a dar un golpe de timón basado en tres puntos: disolver el partido, montar una gestora al margen de Barberá y forzar la salida de los concejales. El plan de Bonig, como es sabido, ha encallado en el último punto, ya que aunque los ediles han sido suspendidos de militancia siguen en el grupo municipal como independientes y, de alguna manera, activos en los distritos de Valencia. La previsión es que el expediente no se resolverá antes de las elecciones ya que Génova está esperando que el Supremo decida si llama o no a declarar a Barberá. La decisión podría estallar en plena campaña.

Sentado en este polvorín, el presidente de la gestora, Luis Santamaría, convocó ayer a los medios de comunicación para trasladar sus planes de revitalizar el partido y «mirar hacia el futuro» consciente de que el caso Taula no puede conjugarse en pasado. El presidente de la gestora confesó que desde que fue nombrado (hace ya dos meses) ha tratado de ser prudente dada la situación existente en el grupo municipal. Sin embargo, ante las unas nuevas elecciones, la gestora ha puesto en marcha una especie de plan de choque cuyo objetivo es activar un partido que estaba en estado de coma tras veinte años en el que todas las decisiones pasaban por el despacho de Rita Barberá y que ejecutaban sus concejales y asesores en los distritos.

La consecuencia de este poder piramidal ha sido la muerte civil de la militancia, un espacio que ahora el PP quiere recuperar. Santamaría confesó que es más fácil dejarse llevar cuando uno está en el poder, pero en la oposición no hay más alternativa que la movilización. Valga como ejemplo del estado de abandono del partido el que sólo cuatro distritos tiene sede propia.

El también diputado del PP explicó que durante estos dos últimos meses ha puesto en marcha una suerte de plan de saneamiento en los diez distritos con el fin de pedir mayor «implicación» a los militantes. Santamaría sugirió una derrama para aquellos que estén más implicados en las estructuras directivas y una actualización de los listados de afiliados. Oficialmente, el cap i casal cuenta con un total de 11.285 militantes. Según Santamaría la afiliación, además, ha subido «a pesar de lo que está cayendo». Los listados no están actualizados, ya que hay personas fallecidas o que no pagan cuotas. Se hará distinción entre los afiliados y los simpatizantes. Con la sombra de Taula detrás (el juez ha embargado cuentas de grupo y una del partido con ingresos de la lotería), Santamaría indicó que habrá una sola centralizada en el PP provincial.

Estratégicamente, la gestora quiere hacer campaña dejando a un lado el grupo municipal. Es más, se prefiere que Eusebio Monzó, el portavoz independiente no imputado, mantenga un perfil bajo. El objetivo final es un gobierno en la sombra, aunque desde la gestora se es consciente de las dificultades mientras que los concejales sigan en el Ayuntamiento y directa o indirectamente controlando algunos distritos. Santamaría quiere evitar la guerra abierta y contará para la campaña con los miembros no salpicados por Taula de la ejecutiva disuelta.«Hay que mirar al futuro», fue la frase más repetida ayer por Santamaría, quien también abogó por dejar a un lado el valencianismo identitario y apostar por el valencianismo reivindicativo que tanto éxito le ha dado a Compromís. Santamaría completó el cuadro con el deseo de que los votantes castiguen el deterioro de la convivencia» en la ciudad por el gobierno del tripartito.