Para Ata Mohammad, su vida y la de su familia comenzó el día en que su camino se cruzó con los voluntarios españoles en el campo de refugiados de Idomeni, en la zona fronteriza entre Grecia y Macedonia. Habían llegado escapando de la situación en Kandahar, su ciudad, bajo la amenaza constante de los talibanes, en una odisea digna de Homero, con travesías a pie y naufragio incluido. «A partir de ahí empezó mi vida», reconoció Ata.

Emocionado pero sobre todo agradecido, Ata contó ayer la peripecia vital que él y su familia habían pasado y cómo la buena estrella de haber topado con los españoles en ese mar de plástico que es Idomeni hizo que se removieran conciencias para que, el principal protagonista de la historia, el pequeño Osman -con parálisis cerebral- descansara ya en una habiación del Hospital Universitario de la Fe.

Lo primero y más urgente desde la llegada de la familia a Valencia, en la madrugada del miércoles, ha sido valorar el estado físico tanto del pequeño como del resto de miembros de su familia, su madre Palwasha y sus hermanos mayores, Yamil y Monir de 8 y 9 años. Osman ha logrado huir del terror del Afganistán en guerra y de la cerrazón de fronteras europeas en buenas condiciones, pesando 11 kilos -algo más de lo que pesaba en el campo y que hizo que los médicos se alarmaran- aunque con una leve anemia.

Pocos daños si se tiene en cuenta lo sufrido en estos meses desde que el cabeza de familia decidió sacar a los suyos lejos de los talibanes. Osman fue, precisamente, el principal motivo por el que Ata decidió emprender el viaje.

Tenían en mente un destino: Londres. Allí tienen un familiar y, de hecho, su intención era recalar allí aunque viendo «cómo nos están tratando», las dudas han empezado a surgir en el seno familiar. Ata relató de forma fragmentada el viaje desde Kandahar «a pie y en coche» hasta que llegaron a Irán, muchas veces «con Osman en brazos».

Desde allí cruzaron hasta Turquía y desde la costa se embarcaron para llegar a Grecia pero el barco se hundió. «Estuvimos tres horas nadando» hasta que los rescataron. Osman «había tragado mucha agua» y tuvo que ingresar en un hospital y hubo momentos de confusión ya que Ata pensaba que lo habían perdido.

Y todo, para llegar a Idomeni. Un campo de refugiados en la frontera griega con Macedonia donde, en momentos de mayor ocupación se han llegado a juntar más de 8.000 almas esperando una oportunidad de buscar una nueva vida en Europa. 5.500 kilómetros de travesía para encontrarse las fronteras cerradas y un futuro incierto.

Una quemadura con el té

El primer contacto de la familia con los voluntarios españoles llegó por un tema casual, una quemadura con el agua caliente del té. A partir de ahí, los médicos valoraron el estado de Osman y el peligro que suponía para él permanecer en un sitio así y en unas condiciones precarias: en una tienda de campaña de dos plazas sin nada.

«A partir de ahí empezó mi vida, todos los días los médicos se preocupaban del estado de Osman», recordó Ata que no paró de mostrar su agradecimiento. «Nunca podré llegar a compensar todo lo que están haciendo. Es increíble. Diga lo que diga es poco. Ahora entiendo cómo las personas de verdad tratan a la gente».

A Ata se le preguntó por el futuro y cómo lo veían desde aquí sus hijos mayores. «Están muy contentos», aseguró aunque ni ellos saben qué pasará.

«Quedan muchos en Idomeni»

Como sucedió el día anterior, a su llegada al aeropuerto de Barajas, a Osman y a su familia les esperaban una decena de voluntarios de Bomberos en Acción que habían llegado de varios puntos de España para poder verles de nuevo. El presidente de la ONG, Joaquín José Ruiz participó en la rueda de prensa en la que se dio cuenta del estado de Osman recordando que éste había sido un caso único en el que habían contado con la agilidad y cooperación de las administraciones pero que quedaban «muchos niños en Idomeni. Que las administraciones se impliquen. Es increíble por redes sociales la cantidad de voluntarios que se han presentado a trabajar y han cedido sus segundas viviendas para ayudar», aseguró.

La misma idea lanzó Jaume Durà, coordinador del Comité de Atención al refugiado que les asesoró para hacer la labor de presión y lograr que Osman viniera a España. «Es un ejemplo de que cuando se quiere, se puede, hay muchos niños en Idomeni que necesitan este tipo de acogida y la sociedad está dispuesta pero hay trabas burocráticas y es difícil».

La consellera de Sanidad Universal, Carmen Montón, destacó la colaboración surgida entre administraciones para hacer posible la llegada del pequeño y aseguró que la Comunitat Valenciana está «preparada» y tiene «los brazos abiertos» para acoger a 1.400 personas.