Con retraso para los que esperaban, más a tiempo que nunca para ellos. Ata Mohamad, su mujer Palwasha y sus hijos Yamil, Monir y Osman -de 7 años y con parálisis cerebral- llegaron anoche por fin a Valencia después de un largo día de viaje desde Atenas. La ambulancia dejaba al pequeño y a su padre pasadas las 1.47 horas de la pasada madrugada en el hospital La Fe debido a un cambio de última hora.

Su madre y sus hermanos habían llegado media hora antes en una furgoneta al Centro de Atención al Refugiado (CAR) de Mislata. Cansados, pero contentos. De inmediato, el convoy „una ambulancia de Cruz Roja y una furgoneta de voluntarios„ se trasladó al hospital La Fe. Las asistencias bajaron al pequeño Osman, que llegó tapado en una camilla, mientras su padre acertó a lanzar besos en señal de agradecimiento en la puerta de Urgencias del centro hospitalario y levantó el pulgar en señal de satisfacción, con una sonrisa de oreja a oreja.

Al aeropuerto de Madrid-Barajas fueron a recibirlos parte de la nueva familia de adopción que Ata y Osman sumaron en su paso por Idomeni. Llegados desde varios puntos de España, el Gobierno dio permiso a un grupo de personas que habían atendido al pequeño de siete años y a su familia en Idomeni para que pudieran saludarles a su llegada a territorio español. Osman quedó fuera de las fotos para el recuerdo porque llegó con algo de fiebre y prefirieron dejarlo tranquilo tras ser atendido allí mismo.

El encuentro, como se preveía, entre risas y llantos: las carcajadas de los niños y las lágrimas de Ata, que no paraba de llorar entre palabras infinitas de agradecimiento.

Ernesto Almagro quiso estar allí, sobre todo «para que vean una cara familiar y eso les dé algo de tranquilidad». Él fue uno de los bomberos de Madrid que viajó el pasado mes de abril al campo de refugiados junto a la ONG Bomberos en Acción para ayudar «como fuera, como chico para todo», en una vasta extensión de tiendas de campaña baratas expuestas a un calor abrasador que obligaba a poner precarios toldos, a vendavales que los arrancaban y a lluvias torrenciales que anegaban el espacio. El bombero reconocía ayer que quería recibir a Osman y a su familia por ellos, pero también «por mí. Quiero verles, toda la gente que hemos estado implicados estamos deseando verle». Hoy, en Valencia, también serán varios los cooperantes que compartieron infierno griego los que se acercarán a ver a la familia, que recibirá ayuda sociolaboral durante su estancia en el centro de refugiados de Mislata.

Tras su adaptación, el Ayuntamiento de Elx insistió ayer en que el municipio les está esperando con los brazos abiertos y una vivienda social en la que instalarse. Ernesto se confiesa contento aunque, como todo, la alegría va por barrios y en él, por momentos. «Estoy muy contento de que esté aquí pero aún no he podido sonreír por ello. El caso de Osman es un tema humano que ha preocupado mucho, pero ¿dónde está la preocupación por el resto de refugiados? Hay muchos más», se pregunta. Ante los golpes de pecho de los políticos y las buenas palabras, Ernesto también se lo ha preguntado. «Parece un triunfo que estén aquí, pero no lo es», sentencia.