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Abriendo foco

El barón rojo

Ximo Puig cae ante Pedro Sánchez pero refuerza al Consell. Sin embargo, ¿a quién harán responsable de una hipotética deblacle electoral?

El barón rojo

Ni siquiera el cadalso de Imelsa ha logrado desviar el foco de la atención de los últimos líos en los que se han visto envueltos los socios del tripartito y su Consell. Sin embargo, hay que reconocer que el ejecutivo multicolor que nos gobierna y sobre todo las fuerzas telúricas que lo sustentan demuestran una capacidad proverbial para digerir los disidencias internas que jalonan su día a día y las contradicciones manifiestas en el gobierno de lo público.

El lío del comercio. La última ha sido que todo un conseller acuse a su número dos (¿?) de sabotear el pacto del Botánico. La polémica sobre la apertura de los comercios en domingo señala las dos almas -o más- que conviven bajo el mismo techo de la Generalitat y que van desde la economía del bien común del conseller Rafael Climent hasta una visión más transversal, liberal y moderna como la de María José Mira. Hay que reconocerle a esta independiente -condición que se le debería de respetar- la coherencia de la que hace gala, para empezar, acatando los informes de la Abogacía de la Generalitat sobre las aperturas en festivos. ¿Cómo va un alto cargo público a orillarlos? Al final, como en las últimas batallas que se plantean en el campo de la educación, es la balanza entre lo público y lo privado, la libertad individual o el bien colectivo, lo que condiciona la acción política.

Acord valencià. A lo que íbamos. Demuestra el Consell que puede triturar el bocado cuando se le hace bola si se trata de dar una respuesta común que salvaguarde su identidad y su supervivencia. El pulso en toda regla que por primera vez un dirigente socialista valenciano ha planteado a Madrid es un hecho histórico. En los conciliábulos que celebra Joan Lerma en estas tardes de primavera en la Valencia peatonal o «Grezzi village» el expresidente trató seguro de convencer a Ximo Puig de los peligros que albergaba la operación que promovía con su candidatura única de todas las izquierdas al Senado. Como perteneciente al consejo de ancianos del PSPV, Lerma desaconsejaba l'Acord Valencià para la Cámara Alta. Debe pensar el expresidente que los frentismos hacen ganar al PP y derrotan todavía más al PSOE. Si hasta quienes están hechos de la madera del mismo tronco han desafinado sobre la conveniencia o no de una candidatura que una a socialistas, Podemos, Compromís e Izquierda Unida es que la picadura de la avispa en primavera es peor de lo que se pensaba. La avispa se llama Pablo Iglesias.

Razones de president. Sin embargo, Ximo Puig debe estar cargado de razones -más allá de encorajinarse contra la cobardía y otras pirotecnias- y estas son aritméticas y estratégicas. Una vez Ferraz abortó «l'acord», comenzando por lo segundo y estando como parece el PSOE abocado a un nuevo fracaso electoral, ¿quién será responsable del desastre en la noche del 26 de junio? Si los dos senadores socialistas que disfrutan del escaño en la actualidad no conservan su posición, ¿sobre quien caerán las culpas? La fórmula de presentar una candidatura unitaria al Senado hubiera multiplicado por dos el número de senadores para el PSPV y garantizaría el vuelco a la situación de hegemonía que ahora mismo mantiene el PPCV en esa cámara. Por último, pues, ¿a quién habrá que reprochar que los populares consoliden sus nueve senadores por tres de la izquierda?

Sánchez-Puig. Ayer en el comité de listas del PSOE Pedro Sánchez abortó la operación que auspiciaban los socios del Consell y termina así una aventura de cortos vuelos que no deja de ser un clásico en la vida de los socialistas. Un barón de una federación que se levanta en armas y que poco a poco se achica habida cuenta de que el contexto no le es propicio. El desenlace del experimento acaba por romper las relaciones personales entre el secretario general del PSOE y el Molt Honorable pero, sin embargo, no todo es malo para él. Puig ha logrado -con una deriva algo zizagueante eso sí- reforzar el día a día del Consell, que anda a todas luces necesitado de un mayor «engagement» o, lo que es lo mismo, compromiso.

«Madricentrismo». Lo que parece evidente tras apagar Ferraz a cañonazos el fuego de Blanquerías es que Madrid -da igual el partido del que hablemos- no entiende ni la singularidad ni comparte sinceramente el Estado de las Autonomías. El discurso del político madrileño anda encadenado a la M50 y si las organizaciones nacionales son incapaces de entender a sus propias federaciones autonómicas, imaginen ustedes cómo van a poder solucionar asuntos de gran enjundia como la financiación autonómica. El juego se entabla en el tablero nacional y las particularidades están fuera de lugar. Que los socialistas valencianos vengan a definirse a sí mismos como valencianistas antes que socialistas representa todo un punto de inflexión en la historia política de este país pero no es más que una gloria efímera.

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