n viaje imaginario por el territorio valenciano, desde el río de la Sénia hasta el Bajo Segura, nos permitiría afirmar la enorme diversidad de paisajes que se suceden conforme nos desplazamos de norte a sur. De la misma manera acontecería si viajásemos desde cualquier lugar del litoral a las comarcas del interior, es decir, de este a oeste. Somos una Comunitat de contrastes y de atractivos paisajísticos, como consecuencia de la interacción entre el hombre y el medio natural, a lo largo de la historia. De hecho, el territorio valenciano es una sucesión de paisajes históricos integrados en áreas turísticas definidas, con rasgos culturales propios que los singularizan. Paisajes valiosos y variados, y en cambio no siempre valorados, dado que muchos de ellos son desconocidos o no son considerados como se merecen.

Los atractivos de los paisajes y de sus elementos constituyen un excelente reclamo para el turismo, sector económico que hoy representa el 13% del PIB valenciano. Si pretendiésemos desarrollar esos atractivos, esos recursos, «los paisajes históricos son excelentes reclamos turísticos», sería (es) imprescindible efectuar un par de consideraciones: no hay paisajes históricos idénticos y la calidad de los mismos es variable.

Singularidad y calidad. Es decir, por un lado, los valores que atribuimos al paisaje no son universales, sino que los identificamos y asignamos en función de la realidad de cada lugar, al carácter e integridad de su paisaje, y a sus diferentes formas de aprecio y uso social. Por otro lado, la determinación de la calidad de un paisaje depende del proceso de configuración a lo largo de la historia, de su estado de conservación y de su visibilidad, además de sus significados. Un paisaje es más valioso si en él han participado varios períodos históricos, se ha mantenido intacto y es fácilmente visualizado, percibido, por ejemplo desde una carretera o un mirador.

El paisaje abancalado apoyado en estructuras en piedra en seco del Maestrat o els Ports de Morella, los naranjales del llano litoral de la Plana de Castelló o de la Ribera del Xúquer sustentados por sistemas de regadío tradicionales, el viñedo de la meseta de Requena, dels Alforins o del Comtat, consecuencia de procesos de ocupación continua del territorio, o el paisaje urbano de los innumerables centros históricos de ciudades y pueblos repartidos por la geografía valenciana, son evidencias del pasado. Son paisajes culturales históricos resultado de las acciones del hombre, de los rasgos del entorno natural y del equilibrio entre ambos. Y son realidades, de especial atractivo.

La Agencia Valenciana de Turisme y la Universitat de València han decidido aunar esfuerzos que persiguen poner en valor nuestros paisajes históricos, huellas del pasado, para el disfrute en el presente. Una iniciativa que se inicia con la identificación y selección de un centenar de paisajes culturales de contrastada calidad, que se localizan en la totalidad de las comarcas castellonenses, valencianas y alicantinas. Paisajes culturales que cumplen al menos una de las siguientes condiciones: lugares donde se pueden identificar los componentes paisajísticos de uno o varios períodos de la historia, aquellos que permiten identificar la evolución de las sociedades y su entorno, asociaciones de personas o eventos de interés histórico, unidades paisajísticas configuradas por edificios históricos y monumentos y sus entornos, espacios declarados como patrimonio cultural por instituciones oficiales, o el uso original del sitio. Nos referimos, por lo tanto, a la trascendencia que adquiere el paso del tiempo en la configuración de esos paisajes.

La complejidad del paisaje histórico y la variedad de disciplinas. Los paisajes históricos valencianos son realidades complejas, que requieren de interpretaciones en función de la evolución del pensamiento crítico y conocimiento tecnológico, de las relaciones sociales o de las realidades económicas, al mismo tiempo que se han alterado más o menos profundamente todos y cada uno de los elementos del paisaje. Nos referimos al poblamiento, los pueblos, las masías y las aldeas; las ciudades, como lugares centrales de funciones urbanas; los usos de tierra, los campos, los pastos y espacios forestales; los límites administrativos, virtuales y físicos; los caminos y la accesibilidad tradicional; los ríos y el resto de la red hidrográfica; las industrias y el artesanado; los centros de poder y los espacios bélicos; y los espacios sagrados.

Una complejidad de contenidos y perspectivas de estudio que requieren de la participación de disciplinas científicas capaces de identificar, analizar e interpretar los procesos que han dado lugar a los paisajes actuales, como los relacionados con el acondicionamiento de terrenos y movimientos de tierra necesarios para la agricultura valenciana; la construcción de obras hidráulicas tanto para el regadío como el abastecimiento humano; las repoblaciones forestales y las actividades ganaderas (pastos, caminos), especialmente en el interior y en espacios montañosos; la evolución de actividades económicas, culturales y sociales con incidencia espacial; los cambios en las construcciones, obras y edificios; los yacimientos arqueológicos y sus entornos; o los elementos de integración plástica. Es por ello que disciplinas como la historia, la geografía histórica, la geoarqueología, la ordenación del territorio, la historia del arte o la arquitectura, son imprescindibles para abordar dichos análisis.

La diversidad de los paisajes históricos. Los contrastes territoriales valencianos y la variedad de su historia han dado lugar a la pluralidad de paisajes valiosos, técnicamente, y valorados, socialmente. Una primera aproximación nos permite apuntar algunos de esos paisajes históricos valiosos y valorados valencianos. Como los paisajes de montaña y forestales (el Caroig-La Muela de Cortes, el Benicadell, sierra de Aitana, el Montgó, el Puig Campana, el Carrascal de la Font Roja, la Tinença de Benifassà, los alcornocales de la Serra d'Espadà, el pico Calderón, el Macizo del Mondúver, la Serra Calderona, el Circo de la Safor, la Sierra Mariola?); los paisajes fluviales en los entornos de los ríos más destacados (Túria, Xúquer, Segura) o de segundo orden (Hoces del Cabriel, el barranc de l'Infern, riu Montnegre, Gorgos, Girona o la rambla de la Viuda); los paisajes asociados a humedales, como la Albufera de València, la Marjal de Pego-Oliva, el Prat de Cabanes-Torreblanca o el Fondó d'Elx; los paisajes litorales e insulares (acantilados de la Marina Alta, playas de la Safor, torres vigía a lo largo de la costa, las serras Gelada o d´Irta, Benidorm, Peníscola, Les Columbretes y Tabarca); los paisajes relacionados con

períodos históricos determinados, como los abrigos de pinturas rupestres y entornos de La Valltorta-Gasulla, la cueva de la Araña, el Pla de Petracos, los castillos medievales del Valle de Ayora, las neveras y los ventisqueros de Mariola, los primeros embalses alicantinos (Tibi, Relleu y Elx), o núcleos urbanos históricos como Morella y Sagunt; los paisajes agrícolas (la citricultura de la Plana o del llano litoral, las tierras del Vino de Requena-Utiel, el almendral de las Hoyas Alicantinas, los olivares del Maestrat, el arrozal de la Ribera Baixa, el algarrobal del piedemonte valenciano, los bancales de Callosa d'En Sarrià, o les Terres dels Alforins); los paisajes industriales (los saltos hidroélectricos del Júcar, la industria del papel y textil del riu d'Alcoi, la industria cerámica de la Plana, o las salinas litorales de Santa Pola-Torrevieja o las continentales de Villagordo del Cabriel); los paisajes habitados, mediante poblamiento disperso (alquerías, masías, barracas) o concentrado, en forma de poblaciones y ciudades históricas y sus entornos comarcales (Xàtiva, Ontinyent, Orihuela, Vinaròs, Benicarló, Requena, Ayora, Alzira, Segorbe, Cullera, Llíria, Dénia, Xàbia, Ademuz, Villena, Albaida, Chelva? y Benassal, Montanejos, Alpuente, Cofrentes, Bocairent, etc.); y, finalmente, los paisajes simbólicos (el Desert de les Palmes, el Penyagolosa, l´Horta de València, el Penyal d´Ifach, o el Palmeral d´Elx).

Ambas instituciones abogan por un modelo de turismo innovador, cuyo punto de partida es una modalidad de patrimonio cultural común de los valencianos, los paisajes históricos, nuestros paisajes modelados durante décadas e incluso siglos; cuya referencia espacial sea una visión integral del territorio que pretenda el desarrollo sostenible, basado en los espacios turísticos como contenedores de la variedad paisajística; y cuyas metas estén relacionadas con la configuración de productos turísticos singulares, propios, atractivos, valencianos.

Es hora de reivindicar la revalorización de los paisajes de la Comunitat Valenciana, de forma integral y coordinada, y con ello la superación de una asignatura pendiente. Y con nota.