La primera vez que Maria José Romero tuvo contacto con una familia de acogida pensó lo mismo que la mayoría: «Yo no podría. ¿Cómo voy a separarme del niño cuando me lo quite la Generalitat?». Maria José responde ahora lo mismo que en su día le respondieron a ella: «Nadie te 'quita' a los niños porque nadie te los 'da'. Se trata de que vivan en un hogar mientras les encuentran una familia adoptiva. Se trata de que no vivan en centros de acogida».

La familia Monserrat-Romero ya tenía tres hijos —Carlos, que entonces tenía 6 años, y los mellizos Álvaro y Sergio, de poco más de 2 años— cuando decidió inscribirse como familia acogedora. Han probado todas las modalidades —desde «sacar» a los niños los fines de semana y vacaciones, hasta la acogida permanente y la de urgencia— y aseguran que «engancha». «Ves como vienen... y como se van... y sí, se te parte el alma pero sabes que ya tienen una familia adoptiva, sabes que van a estar bien y que tú has mejorado mucho el tiempo de espera», explican. Recuerdan anécdotas de todos y cada uno de los menores que han tenido (y tienen) en acogida. Solo con el recuerdo, se emocionan. No han podido darles mejor ejemplo de solidaridad y altruismo a sus hijos biológicos.

Y recalcan, como cada vez que ven una mirada de admiración, que «no somos más buenos que nadie. No somos ni mejor ni peor que el resto».