El modelo educativo del Consell que preside Ximo Puig y el actual conflicto con la escuela concertada sirvió ayer al presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, para ahondar en la estrategia de su partido de cara al 26J y que podría resumirse al grito aquel de que 'vienen los rojos'. No citó ni a PSOE ni a Podemos, ni tampoco al Ejecutivo autonómico de izquierdas, pero a ellos se refería cuando lanzó su advertencia: «Quien pacte con radicales acabará siendo devorado por ellos».

El mensaje de que una alianza entre el PSOE y los «radicalismos» sería una catástrofe para España fue el que el candidato del PP llevaba bajo el brazo en su visita a Valencia, la primera desde que se convocaron las nuevas elecciones. Génova le había preparado una agenda que incluía una primera parada en la fábrica de Air Nostrum en Quart de Poblet y un acto 'de cercanía' en el municipio de Alfafar. Pero el plato fuerte y de mayor contenido político era la reunión con los representantes de la Mesa por la Educación en Libertad, promotores de la multitudinaria protesta que el domingo sacó a los valencianos a la calle. Fue la primera manifestación potente en contra del nuevo Gobierno y el PP valenciano no ha dudado en subirse de forma natural a este carro.

De ahí que Rajoy les hiciera un hueco en su agenda y mantuviera con ellos una reunión privada para conocer sus demandas. El encuentro, que duró unos 20 minutos y que tuvo lugar en el centro de la cultura de Alfafar, centró la breve intervención sin preguntas. Defendió con contundencia el modelo educativo de la concertada y la libertad de elección de centros y advirtió que los «prejuicios ideológicos» perjudican a la ciudadanía.

«No puede haber una buena educación en España si se prescinde tanto de la educación pública como de la concertada», apostilló. Tras recordar que existen dos millones de escolares estos colegios, mantuvo que no se les puede privar de ese derecho. «No hay nadie que pueda pasar por encima de los padres para imponer ningún modelo educativo», soltó..

La mecha que ha prendido el conflicto de la Conselleria de Educación con la escuela concertada es el arreglo escolar del próximo curso, que ha supuesto el cierre de algunas aulas. Sin embargo, como repite con escaso éxito el departamento que dirige Vicent Marzà, el balance contando las unidades nuevas será cero. Es decir, seguirán habiendo las mismas aulas de la concertada que este curso.

Pero para Rajoy la política educativa del Consell que preside el PSPV con apoyo de Compromís y Podemos es uno ejemplo claro de los males del radicalismo. «Alentar el radicalismo, pactar con ellos, ponerse a la orden de lo que diga solo sirve para una cosa: para acabar devorados por ellos», sentenció.

El actual portavoz de la Mesa por la Educación en Libertad, Vicente Morro, calificó de positiva e intensa la cita y afeó el que Pedro Sánchez declinara verse con ellos ese mismo día.

Pero no todo fue armonía en el viaje del candidato Rajoy. El acto de 'cercanía' que implicaba un recorrido con el alcalde por Alfafar dejó mal sabor de boca. Aunque el pasacalle estaba pensado para última hora de la mañana y antes de la reunión con la concertada, los planes cambiaron y el paseo se adelantó.

Fueron apenas cien metros que separaban el ayuntamiento de la Casa de la Cultura, pero en el trayecto, Rajoy tuvo que esquivar a varios grupos de ciudadanos que le lanzaron gritos y abucheos. «Delincuente», «chorizo» y «mafioso», fueron algunas de las lindezas que tuvo que escuchar. Algunos llevan carteles y repartían sobres (en alusión al extesorero Bárcenas). Aunque no hubo incidentes, sí momentos de tensión y los escoltas tuvieron que emplearse a fondo, ya que algunos críticos trataban de acercarse. Algunos de los cargos del PP que esperaban en la Casa de Cultura fueron avisados para que salieran al rescate y sumaran fuerzas en el bando de ciudadanos que aplaudían a Rajoy y le arropaban al grito de «presidente». «No es bueno enfrentar a la sociedad, ni en las instituciones, ni en las calles», decía después Rajoy. Ayer, en Alfafar, se notaron los bandos. Y al presidente no le quedaron ganas de más paseos.