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Análisis

Sin Rita Barberá y en territorio hostil

La visita de Rajoy a Valencia es la primera en la que la exalcaldesa no participa

Sin Rita Barberá y en territorio hostil

Hubo un tiempo en que cuando Génova llamaba al PPCV y pedía un municipio afín y próximo a la capital en el que el líder nacional pudiera tener una cálida acogida, la calle Quart tenía un amplio ramillete de opciones que ofrecer. Ahora, tras el vuelco electoral del 25M, y el cambio de color político en la mayoría de los municipios, la cosa ya no es tan fácil. Pero no sólo cuesta encontrar una localidad donde el PPCV conserve la hegemonía. Los tiempos y los aires han cambiado y la C. Valenciana ya no es una plaza fácil de torear para el partido de la gaviota.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y todo su séquito, tuvieron ocasión de comprobarlo ayer en su visita a Alfafar, uno de los pocos municipios del cinturón rojo donde el partido ha mantenido la vara de mando. Aún así, varios grupos de vecinos le recibieron a cara de perro. Pero el territorio hostil en el que ayer se movió el presidente del Gobierno en funciones no tiene nada que ver con esta localidad de L´Horta Sud. Hay indignados en todas partes.

A Rajoy, antes de que el AVE le dejara en la estación de Sorolla, ya le esperaba con el ceño fruncido el nuevo Consell de Ximo Puig, que a primera hora de la mañana le manifestó su malestar porque nunca, desde el cambio de llaves en la plaza de Manises, ha hecho una visita oficial como presidente del Gobierno. Puig lo acusó de ser «un irresponsable» porque «prefiere ser el presidente del PP que el de España». «Después de estar allí mucho tiempo sentado, ahora se mueve de una manera desleal con las instituciones, porque no es normal que esté en campaña electoral en Valencia sin tener ningún contacto institucional con la Generalitat», apostilló Puig, que sí se ha reunido con él en la Moncloa.

También se sintió ninguneada la alcaldesa de Quart de Poblet, Carmen Martínez, a quien Moncloa no avisó de la visita de Rajoy a Air Nostrum: «Va en contra de las mínimas nociones de protocolo y de respeto institucional», indicó la socialista al tiempo que calificó de «menosprecio a los vecinos del pueblo».Según Martínez ya ocurrió lo mismo en la campaña de autonómicas con la visita de la ministra de Fomento. A la lluvia de críticas respondió la coordinadora del PPCV, Eva Ortiz, que recordó que la visita de Rajoy no era institucional, sino como candidato. «Parece que Puig prefiere reunirse con Rajoy en lugar de con su propio líder, a quien está dando plantón hoy (por ayer) en Burjassot», le lanzó directa a la yugular.

Con todo, al margen del rifirrafe con el bipartito (la vicepresidenta Oltra también le sacó los trapos sucios por el impago del PP a la Feria de Valencia por la campaña de 2008), la Comunitat es también un lugar incómodo por la alta concentración de escándalos de corrupción. En realidad, el nubarrón de los asuntos turbios lleva años haciendo complicadas las visitas de Rajoy. Con el caso Gürtel y la causa de los trajes, Génova estableció un cordón sanitario, que levantó con Francisco Camps ya fuera de la primera línea. Pero ayer había otra cuestión molesta, la presencia de la exalcaldesa Rita Barberá, en el foco desde que estalló el caso del blanqueo de capitales en el grupo municipal. A Barberá no se le esperaba porque su presencia hubiera arruinado mediáticamente el viaje al candidato. Ahora bien, ayer fue la primera vez en que Rajoy, ya sea como líder de la oposición o como presidente del Gobierno, pisaba la provincia de Valencia sin tener a la exalcaldesa como anfitriona. Aunque el PP trató de camuflar la ausencia bajo el argumento de que no había motivo para que estuviera pues no iba al cap i casal, lo cierto es que la senadora territorial ya ha alcanzado la categoría de problema para quien ha sido su principal defensor y amigo.

Rajoy, no obstante, sigue confiando en la organización valenciana y en su actual dirección regional. La Comunitat es un granero de votos al que no puede renunciar. Volverá en la campaña y enviará a los primeros espadas de Génova. Según confesó a Bonig y su equipo, los abucheos no le quitan las ganas.

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