Al-Yanna. El jardín del paraíso donde descansan las almas tras la resurrección. El lugar donde, según la escritura más sagrada para los musulmanas, el Corán, uno puede encontrar todo lo que desea. La palabra inspiró a los árabes para bautizar a la villa de Anna, una tierra fértil y rica cuya identidad la forjan sus innumerables fuentes, sus manantiales y lagos.

La población, rodeada por la estribación montañosa del Macizo de Caroig, ofrece un catálogo de tesoros para los amantes del excursionismo. Un conjunto de santuarios paisajísticos que van mucho más allá del lago de la Albufera, punto de obligada parada turística ligado de manera indisoluble a Anna y a los anneros.

En los últimos años, la creciente afición al senderismo rural y la apertura de nuevas rutas a cargo de voluntarios locales ha enfocado la mirada hacia otros enclaves de belleza natural „todos ellos relacionados con la ubicua presencia del agua„ que hasta ahora semejaban territorios inexpugnables y que han comenzado a llenarse de visitantes. El entorno del gorgo de la Escalera se ha convertido en un punto de peregrinaje para los aficionados al barranquismo acuático, que en verano toman el puente de la entrada del municipio día tras día para iniciar descensos en rápel.

Los turistas menos aventureros pueden optar por visitar el paraje a la manera tradicional: descendiendo sus 136 peldaños. Las vistas merecen la pena: un gran cañón esculpido por las gélidas y cristalinas aguas del río, que se precipitan en forma de cascada por las profundidades del barranco. A no mucha distancia, el excursionista podrá tirar «de gorgo a gorgo» y sumergirse en el Catalán, un pequeño lago rodeado de árboles y huertas que se abastece del manantial de la Fuente Negra, otro paraje de interés turístico junto a la Fuente de Marzo, donde uno puede tomarse un baño „abstenerse frioleros„ junto a una antigua fábrica de tintes transformada en casa rural.