La incertidumbre de no saber qué había sido de sus viviendas no les había dejado pegar ojo y, tan pronto como amaneció, varios vecinos de las urbanizaciones de la Barraca d´Aigües Vives y de la Colonia Santa Marina se las ingeniaron para llegar hasta sus chalés, saltándose incluso los controles que la Guardia Civil tenía establecidos, por su propia seguridad, a los accesos todavía con riesgo de que el fuego rebrotara. «No puedes quedarte de brazos cruzados, refrescas la zona y vuelve a salir humo por todos sitios. Y ellos no van a ir chalé por chalé», confesaba Víctor manguera en mano sofocando las ascuas todavía candentes junto a la pared de su casa, que la noche anterior quedó atrapada por el fuego.

Al igual que él, varios vecinos de la zona lograron salvar sus casas al quedarse hasta altas horas de la noche refrescando sus parcelas, regando árboles, fachadas y ventanas, para que el fuego pasara lo más rápido posible por sus terrenos. «Tengo un depósito de 40 metros cúbicos y lo vacié todo, fui el último en marcharme anoche y porque me tiraron», relataba Gerónimo Medina, un hombre de 72 años, quien gracias a su acción salvó incluso a sus gallinas.

«La Guardia civil me quería echar de casa y yo les dije que no, que tenía que seguir refrescando por si acaso la pinocha venía para acá», explicaba el septuagenario. «Me enfadé y al final me dejaron por imposible. Ellos hacían su trabajo pero yo tenía que hacer el mío», confiesa. «Es tu casa, te ha costado mucho trabajo tenerla y eres capaz de morir por defenderla», reconocía a Levante-EMV.

Otros vecinos de la Barraca d´Aigües Vives sostienen que si les hubieran dejado participar en las labores de extinción el incendio de Carcaixent no se hubiera extendido tanto. «Esto lo hubieran podido apagar en nada, pero pidiendo ayuda al pueblo, y no se habría quemado tanto monte», asegura José Antonio Donet. «Conozco palmo a palmo estos barrancos, si me hubieran dejado con un cubo de agua lo apago», afirma recordando cómo el pasado año acudió a sofocar un fuego originado frente al Hospital de Aguas Vivas que finalmente pudo ser controlado antes de que fuera a más gracias a la intervención de los propios vecinos.

Precisamente este mismo centro hospitalario tuvo que ser desalojado el jueves por la noche cuando el fuego se aproximaba peligrosamente hacia el Monasteri de Aigües Vives. Un total de 33 pacientes crónicos de larga estancia tuvieron que ser trasladados a otros centros sanitarios debido a la proximidad del incendio. «No dejaban de pasar ambulancias, vimos más de treinta», recordaba Manuela, vecina de la zona.

«Necesito mis medicamentos»

Los desalojados, quienes pasaron la noche en viviendas de familiares próximas al lugar o en otras casas de su propiedad, trataban de regresar ayer a sus chalés, aunque solo fuera un segundo, ya que la zona todavía no era segura. «Necesito mis medicamentos, me han operado de la columna y tengo que coger los parches de morfina», explicaba Engracia. «El fuego estaba ya al lado cuando nos desalojaron, nos fuimos con lo puesto», añadía un joven tras regresar a la mañana siguiente y comprobar que al final las llamas no llegaron a alcanzar su casa.

Pero no todos tuvieron la misma suerte, en la zona del Barranco de la Barcella al menos cuatro chalés resultaron dañados por el fuego. Entre ellos el de un médico cirujano, cuya parte inferior de la casa, donde guardaba herramientas y varios enseres quedó pasto de las llamas. Aunque podía haber sido más grave, junto al lugar donde se logró controlar el avance del fuego, un depósito de gas permanecía intacto a escasos metros de la vivienda.

El aspecto desolador del monte totalmente calcinado, con árboles reducidos a ceniza, contrastaba con los campos del club de golf situado en esta misma montaña, cuyos aspersores no dejaron de trabajar durante todo el día para que el verde de sus hoyos sea un oasis en medio del infierno.