Con solo quince años Constantine Lazarescu abandonó su Targoviste natal, en Rumanía, y llegó a la provincia de Valencia, donde se instaló en la localidad de Montserrat, que lo acogió con los brazos abiertos gracias a su carácter «trabajador y decidido». «Él se sentía ya más español que muchos nacidos aquí. Bromeaba diciendo: «Yo soy Montserrater», recuerda con pesar una amiga íntima del fallecido. Un conductor, que se dio a la fuga, acabó con todas sus ilusiones hace ahora una semana tras atropellarlo cuando Constantine caminaba de madrugada por la carretera CV-405, que comunica Torrent, municipio donde residía estos últimos meses, con Montroi, localidad en la que seguía empadronado.

La Guardia Civil sigue tras la pista del conductor homicida pero por el momento éste no ha podido ser identificado. Aunque los investigadores esperan obtener resultados en breve, si es que antes no se entrega voluntariamente el sospechoso, lo que rebajaría considerablemente su castigo por un presunto delito de omisión del deber de socorro.

En el año 2000, Constantine logró que sus padres le firmaran una autorización para salir del país en busca de un futuro mejor. Antes de recalar en España pasó una temporada viviendo en Turquía, aunque en su mente siempre estaba llegar a tierras españolas. «Vino a España siendo un niño porque era su sueño, y lo han matado como a un perro», se lamentaba Vicente, a quien el fallecido consideraba su «padre español».

«Era como un hijo para mí», confesaba tratando de aguantar las lágrimas Vicente, quien acogió al joven cuando lo tiraron de la vivienda de protección oficial en la que residió temporalmente. Durante cinco años estuvo conviviendo con este vecino de Montserrat «como uno más de la familia», explicaba el hombre. Así, recuerda las largas horas de espera acompañándolo en extranjería para conseguir los papeles o cómo el dueño del invernadero Dalmau le hizo un contrato para poder regularizar su situación.

«Era muy trabajador»

«Era trabajador como la madre que lo parió, no paraba ni para comer. A lo mejor se tiraba doce horas sin comer y le tenías que recordar que comiera», asegura Vicente. «Sabía hacerlo todo, de electricista, fontanero, albañilería», añade. Actualmente Constantine, al que algunos apodaban «Rambito» por su ímpetu a la hora de trabajar, se encontraba empleado en una empresa de hormigón impreso de Torrent.

«Era una bellísima persona, siempre estaba dejando dinero a los demás, a veces se aprovechaban de lo bueno que era», apuntaba otra amiga del fallecido. Además de su carácter trabajador, «tenía callos en las manos de tanto trabajar», sus allegados destacan también de él lo inteligente que era. De hecho dominaba tres idiomas además de su lengua natal, el turco, el inglés y, por supuesto, el español.

Sobre el transcurso de la investigación del atropello que le costó la vida a Constantine en el que un vehículo se dio a la fuga dejándolo tendido en la carretera CV-405, los familiares de Constantine prefirieron no pronunciarse. «Ahora lo único que podemos hacer es llevarlo junto a nuestra madre», añadió su hermana Alina. El sábado partieron con el cadáver rumbo a Bucarest para poder darle el último adiós en su tierra natal.