Las competencias se aprenden poniéndolas en práctica. Esta es la idea de partida de la apuesta del centro concertado Florida Secundària de Catarroja por el aprendizaje en base a proyectos (ABP), que busca generar entre el alumnado la necesidad de adquirir conocimientos como estrategia de motivación para desarrollar un producto final. De este modo, los jóvenes, guiados por sus profesores, que les enseñan a «aprender a aprender», se convierten en protagonistas de su proceso de aprendizaje.
En esta aventura de aprender haciendo, los alumnos de esta cooperativa de enseñanza de l´Horta Sud no sólo adquieren, sino que también aplican, los conocimientos que precisan para crear desde la muestra Mundosonoro, donde se mezcla el arte de la música con la física del sonido y la biología de los mecanismos del sentido del oído, un centro de interpretación de la Albufera o incluso un musical que gira alrededor de la historia del siglo XX.
Un «disparador» de la motivación
El director de Secundaria de Florida, Enric Ortega, explica que a la hora de trabajar por proyectos «hay que partir de un disparador, cuanto más real y externo al centro sea mejor, que motive a los alumnos a adquirir los conocimientos que precisan para desarrollar una acción». Así, por ejemplo, Mundosonoro surge a petición de la concejala de Cultura de Catarroja, que anima a los alumnos de 3º de ESO a crear en una sala municipal una exposición sobre ciencia y música.
A partir de aquí, la clase se divide en grupos base de cinco a siete alumnos donde se investigan los conocimientos que hacen falta para sacar adelante el reto. Un trabajo cooperativo que, según Ortega, «facilita la inclusión educativa del alumnado con dificultades».
Otro de los pilares de la experiencia es que introduce la evaluación formadora, con una prueba al inicio del proyecto y otra al final con el fin de analizar el proceso de aprendizaje. «Con ello, la evaluación es algo más que puntuar el trabajo de un alumno, ya que se convierte en una estrategia de mejora del proceso de aprendizaje», apunta Ortega.
Además de la mirada del profesor, este análisis incluye también la coevaluación (entre iguales) de los propios alumnos y la valoración de un tribunal de especialistas externos ante el que los alumnos defienden el producto que han creado.
El «puzle de Aronson»
Después del trabajo en grupos de base, se pasa a la llamada fase de expertos. En ella los jóvenes, a partir de sus centros de interés, profundizan por separado en los conocimientos que más les atraen del proyecto que están desarrollando. «Nuestra intención es que los estudiantes tengan ganas de hacer cosas, y a esta fase le sacan mucho rendimiento porque están haciendo lo que ellos han elegido», detalla Ortega.
Tras esta maestría, prosigue el director, los alumnos vuelven a su grupo de base y «se explican unos a otros lo que han aprendido, es el llamado puzle de Aronson». En la pirámide del aprendizaje, está demostrado que los alumnos retienen 16 veces más lo que les explican sus compañeros, donde se les queda el 80 %, que siendo meros sujetos pasivos de una clase magistral, de la que apenas recuerdan el 5 %.
Florida lleva una década trabajando el ABP en Secundaria, pero fue hace dos cursos cuando asumió el reto de enseñar durante todo el año con módulos de proyectos. Tras este cambio metodológico hay un esfuerzo de formación del profesorado que trasciende la Comunitat, pues esta cooperativa pertenece a la Red de Centros Innovadores del Institut de Ciències de l´Educació (ICE) de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Nueve centros docentes, todos públicos y catalanes salvo el de l´Horta Sud, integran este laboratorio de ideas sobre innovación educativa.
