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La encrucijada socioeconómica

En busca del relato perdido

Los consellers Soler y Climent, Josep V. Boira, Rafael Beneyto, el síndic de Comptes y cuatro profesores esbozan la «nueva vía valenciana» que debe sentar las bases socioeconómicas para la próxima generación

En busca del relato perdido

Dijo Heráclito que «nada está quieto; no hay nada permanente excepto el cambio». Y ahora toca cambiar. La sugerente y revolucionaria frase del filósofo de Éfeso abre un nuevo ensayo colectivo que pretende señalar el camino para construir la sociedad valenciana del futuro más inmediato. Su título es explícito: Una nova via per a l’empresa valenciana. Bases i propostes econòmiques per al futur (publicado por la Editorial Afers y promovido por la Fundació Nexe, think tank del valencianismo). El encabezamiento hace un guiño al cuarenta aniversario de La via valenciana, el libro de Ernest Lluch que supuso la primera aportación académica relevante sobre el modelo económico valenciano.

El momento parece el idóneo. Idóneo para reflexionar, porque el panorama retratado es más bien dantesco: la práctica destrucción de diversos sectores industriales, la desaparición de la mayor parte de las instituciones financieras propias (salvo Caixa Ontinyent), la ausencia de infraestructuras consideradas clave, y la pérdida de competitividad en los mercados internacionales.

A ello se afanan un panel de expertos entre los que se cuentan el conseller de Hacienda, Vicent Soler; el conseller de Economía, Rafael Climent; el nuevo Síndic de Comptes de la Generalitat, Vicent Cucarella; el secretario autonómico de Territorio, Josep Vicent Boira; el analista financiero Rafael Beneyto, de Caixa Ontinyent y miembro de la comisión de expertos sobre financiación; así como los profesores universitarios Isidre March (UV), Fidel León (UV), Elies Seguí (UPV); y Ángel Soler (técnico del IVIE).

1. Mesa forense. Un primer forense de la situación es el conseller Rafael Climent. «Podríamos decir que, ahora, el modelo productivo valenciano se basa en los servicios y el turismo, con una agricultura residual y una industria que ha perdido protagonismo», todo ello después del pinchazo del gran dinamizador de la economía valenciana durante una década: la construcción, el ladrillo. Resultado: tras los proyectos faraónicos de la era popular, unos indicadores de renta y bienestar de los valencianos por debajo de la media española.

Su hoja de ruta tiene seis mojones claramente definidos: apoyo al tejido de pymes; modernización de sectores tradicionales e impulso de actividades emergentes; una industria ecológica e internacionalizada; eficiencia energética y energías renovables; innovación para aumentar la productividad; y el refuerzo del comercio de proximidad y el del centro de las ciudades.

2. Modelo vasco. Como sintetiza Elies Seguí, coordinador del volumen, los valencianos se hallan ante su «enésima encrucijada» con un diagnóstico temible: agotamiento del modelo productivo basado en precios bajos, productividad y cualificación del capital humano bajos, y poca orientación hacia la innovación. ¿Cómo reinventar el modelo económico más allá de palabras amplias y bien sonantes? Como ocurre con la pilota valenciana, quizá un buen espejo sea el vasco. Su economía de los años ochenta sufrió la desindustrialización y un paro galopante del 25 %. «Después de tres décadas de compromiso con un proyecto de transformación empresarial —apunta el profesor Seguí—, no sorprende nada ver cómo el País Vasco es la comunidad autónoma más rica del Estado y cómo tiene unos indicadores de inversión en Educación o I+D por encima de la media europea. No ha sido casual».

3. El I+D+i que no llega. El catedrático Isidre March identifica una lacra endémica y medular en el atraso innovador de la economía valenciana: el problema principal es la falta de inversión privada en innovación y el desequilibrio que hay entre la generación de conocimiento (I+D) y la aplicación (innovación). Falta transferencia de conocimiento a las empresas valencianas. Que baje de la torre de marfil universitaria. Conviene mirar la estadística: el porcentaje de ocupación en los sectores cualificados como de alta tecnología supone en torno al 2 % del total en la Comunitat Valenciana frente al 3 % de España. De lo exportado a escala estatal, en 2012 sólo fue del 5,3 % en estos sectores innovadores.

Ras i curt: «Si de verdad queremos que el nuevo modelo económico se asiente y promueva la generación de riqueza sostenible y de miles de puestos de trabajo de calidad, con los que amortiguar en parte la sangría de parados procedentes de los hasta hace poco admirados sectores motores, necesitamos que en los próximos tres a cinco años se generen en nuestro territorio miles de empresas emergentes innovadoras y que se consoliden centenares», sostiene Isidre March.

4. Demasiada Europa. No sólo de innovación vive la economía. Por eso, el profesor Fidel León va al corazón actual de la economía valenciana: la exportación de productos desde una tierra, recuerda él, impregnada del carácter comercial de fenicios, cartagineses, romanos, genoveses y sarracenos.

Ahora, el automóvil, la fruta, la cerámica y las máquinas mecánicas representan cerca del 50 % de las exportaciones valencianas. Los retos de la internacionalización de la empresa valenciana son, a su juicio, la excesiva dependencia de los mercados europeos, la débil coordinación entre formación, investigación e industria, y la falta de recursos financieros y tecnológicos propios de un tejido empresarial minifundista con sello pyme. El de la concentración de exportaciones con destino a Europa, en este mundo globalizado con mercados emergentes en Asia, alarma al profesor León: «Durante los últimos veinte años, entre el 74 y el 78 % de las exportaciones valencianas han tenido Europa como destino».

Fidel León considera posible relocalizar determinadas actividades de alto valor añadido en tierras valencianas. El sector juguetero, dice, es un ejemplo en ese campo.

5. El precio de la ética. La ética —sí, la ética— es identificada en este libro de la Fundació Nexe como un pilar indispensable para el nuevo modelo productivo valenciano. No hablamos de política. Sino de las implicaciones en la economía de tantos años de escándalos de corrupción y despilfarro. «La falta de ética y la difuminación de la responsabilidad —escribe Elies Seguí— han generado inestabilidad, erosionado la seguridad jurídica, degradado la imagen del país y, como consecuencia, provocado toda una crisis de confianza. Y sin confianza se reducen las transacciones, disminuye la inversión, hay restricción del crédito, se cierran empresas, aumenta el desempleo y, en definitiva, crece el sufrimiento».

El profesor Seguí—tirando de proporciones y estudios— calcula el coste de la corrupción en tierras valencianas entre los 1.000 y los 5.000 millones de euros anuales. El presupuesto de la Generalitat es de 17.000 millones. No sólo eso: la corrupción, dice, disuade la inversión extranjera, mientras que impulsa la evasión fiscal de las empresas y el crecimiento de la economía sumergida, al tiempo que detrae gasto público de la Educación y la Sanidad. Por ello, sus recetas pasan por un sector económico basado en la responsabilidad ética y profesional. Por higiene y por cuenta de resultados.

6. Contra el paro, formación. No por conocido el dato asusta menos: el paro valenciano llegó al 28 % en 2013 (más del triple que en 2006) y en el primer trimestre de 2016 se situó en el 21,8 %. El paro juvenil se sitúa en el 46,4 %. Y es paradójica la contraposición de dos hechos que ponen de relieve Vicent Cucarella y Ángel Soler: casi la mitad tiene estudios por encima de los obligatorios y el 17,4 % acredita estudios universitarios. Pero acaban en el paro. «Una mejora del capital humano desaprovechada», concluyen los expertos.

Cucarella y Soler lamentan la pérdida de competitividad y la modernización insuficiente de la estructura productiva. Las oportunidades de futuro las identifican en invertir en formación y actividades basadas en el conocimiento, apoyar a los emprendedores e incentivar la contratación indefinida. Hace más eficaz la política laboral.

7. Madrid y Barcelona, qué lejos. Hay una regla de tres. Y si la incógnita —la X— es cómo salir adelante, las valores involucrados que la rodean son tres: cambiar el modelo productivo, recuperar un sistema bancario valenciano y conseguir un sistema de financiación autonómica nuevo. Así lo expone el analista financiero Rafael Beneyto. Tras el hundimiento de Bancaja y la CAM, escribe que difícilmente empatizarán con nuestros empresarios centros de decisión lejanos ubicados en Madrid o Barcelona, lugares con tejidos productivos muy distintos del valenciano.

Sostiene Beneyto que en la Comunitat Valenciana «hay más riesgo de exclusión financiera por el cierre de cerca de dos mil oficinas y la práctica desaparición de la banca relacional de proximidad al cliente, aplicada por las cajas de ahorro y las cooperativas de crédito». Exclusión financiera de las empresas y de los ciudadanos. Lograr este tipo de banca —dice Beneyto— es clave para reorientar el modelo productivo, especializar la producción o recuperar la iniciativa empresarial. La colaboración entre los actores del sistema financiero valenciano, públicos y privados, será indispensable. Una receta de Beneyto es el trabajo en red entre Caixa Ontinyent, las cooperativas de crédito, la Sociedad de Garantía Recíproca de la Comunidad Valenciana y el Institut Valencià de Finances.

Heráclito puede ser la guía griega para desentrañar el clásico latino Quo vadis que afronta Valencia. Nada es permanente salvo el cambio. Y las encrucijadas.

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