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El ocaso de los moderados

Reflexiones a pocas horas de repetir nuestra cita con las urnas

La sorpresa del Brexit evidencia que la democracia es intrínsecamente imperfecta. Las urnas las carga el diablo y mientras los dos partidos mayoritarios británicos, los empresarios y los mercados, los intelectuales y los artistas, los deportistas y los científicos, pedían el voto para el Bremain, ganó el portazo que defendían radicales, ultraderechistas, extremistas, antisistema y la población menos ilustrada. Que no son cuatro fulanos, por otra parte. Ojo pues con los sueños que a veces se cumplen. Si Trump puede gobernar los EEUU y el Ukip provocar un agujero negro inmenso en la construcción de Europa y las economías de sus naciones, ¿creen de verdad imposible que el populismo triunfe aquí?

Puig y Montoro. El populismo está alimentado por los defectos del político que hasta ahora conocíamos. Pongamos un ejemplo paradigmático: Cristóbal Montoro. Está cargado de razón el president de la Generalitat a la hora de erigirse como el primero de los indignados ante el maltrato del Estado hacia la CV. No le sobran razones al denunciar el ninguneo al que cree verse sometido por el ministro que parece tener tiempo para aportar su apoyo a la campaña del PPCV pero no para sentarse a tomar un café con el primero de los valencianos: el Molt Honorable. Y tiene derecho a llamarse a andana Ximo Puig por los desplantes del titular de Hacienda porque a él, queramos o no, lo han elegido los valencianos y al ministro lo designó el dedo de Rajoy.

Campaña. En esta campaña se ha echado de menos una menor obsecuencia por parte de los populares locales hacia el titular de las cuentas del reino, considerado el enemigo público número 1. «Menos samba y mais trebalhar», contestó ante la pertinaz campaña del Consell y sus quejas. No tiene suerte Montoro, nunca elige las mejores palabras. Cuánto daño ha hecho al PPCV -y así lo reconocen en la calle Quart- y sin embargo le bailan el agua a cada visita que nos gira visita, especialmente en campaña.

El presidente. A pocas horas de conocer su futuro, dicen quienes mejor conocen al principal valedor de Montoro, el presidente del Gobierno, que Mariano está enfadado con los españoles -así en general- por no agradecerle la salida de la crisis. Que su círculo se reduce a su mujer, a Arriola y a Moragas, como se pudo ver en el palacio de congresos de Madrid durante la pausa del debate de la Academia. Dicen que no se habla ni con Margallo, su amigo de correrías de juventud , el canciller que apostata de Valencia en privado para refugiarse en Alicante. La demoscopia augura un mal resultado para el PP en la CV y habida cuenta de este escenario y otros sobradamente conocidos, se entiende que A La Valenciana asome como primera fuerza. Quien lo iba a decir.

Pronósticos inciertos. Sin embargo no hay ninguna certeza que nos anticipe qué pasará mañana. Como cualquier observador, tratar de acertar un pronóstico con un 30 por ciento de electores dudantes me permite acometer este escrito premonitorio con relativa tranquilidad. Seguro que me equivoco. No obstante, y a pesar de lo que acaban de leer, coincidirán conmigo que aquí, de nuevo, se vuelven a ventilar dos modelos porque el bipartidismo no ha muerto realmente. Lo individual contra lo colectivo. El liberalismo contra el peso de lo público. La libertad individual frente a las virtudes grupales. La derecha contra la izquierda. Y sobre todo, asistimos al ocaso de la moderación.

La nueva izquierda. Durante los últimos meses se han sustituido definitivamente los referentes en la izquierda. El PSOE se diluye por falta de rumbo y por su temor a decir realmente lo que piensa. Llega tarde y Podemos está a punto -intuimos- de pegar un braguetazo electoral. Está por ver quién es el beneficiado de la polarización -Podemos y PP- para perjudicar a quienes intentaban ocupar el centro político -C's y PSOE-. Y está por ver si la jugada estratética de potenciar a la copia morada del PSOE y alimentarla con el clembuterol escópico no sienta a Timochenko en la Moncloa.

La peor campaña. La que acabó ayer fue la peor campaña de nuestra democracia. Hubo peores gestos, menos expectativa, más fatiga, menos espectadores y militantes, y menos imaginación. Eslóganes usados, lemas recauchutados y mucho cansancio. Los videos fueron malos y algunos de mal gusto. El video sustituye a la violencia de antaño. Por suerte, hemos llevado al plasma lo que antaño eran las palizas o el pistolerismo de la historia negra de este país. No estaríamos lejos de Venezuela de no ser por la herramienta audiovisual. Pero su calidad y la simpleza de los mensajes sugieren que nos toman por tontos. ¿Un candidato que se lava la mano después de saludar a un niño negro? ¿La abuela de Felipe que se pasa a Podemos? ¿La pareja que no sabe montar un mueble de ikea? De verdad, ¿estos nos van a gobernar? Y aún hay quien critica a monseñor por inducir el voto.

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