El papa Francisco nombró ayer nuevo obispo auxiliar de Valencia al sacerdote Arturo Ros Murgadas, de 52 años de edad y nacido en Vinalesa, según informó a mediodía la Santa Sede. De este modo, Ros se convierte en el segundo obispo auxiliar del cardenal Antonio Cañizares tras el nombramiento de Esteban Escudero en mayo de 2015. Se cumple así con la demanda que el purpurado de Utiel había hecho al Pontífice argentino de ampliar su nómina de colaboradores, una petición que se había hecho esperar para desconcierto de la diócesis.

Arturo Ros era desde 2010 titular de la vicaría episcopal territorial V de la diócesis de Valencia (Llíria-Requena-Ademuz), así como miembro del Consejo Presbiteral. Recibió la ordenación sacerdotal en Valencia en 1993 y fue superior del Seminario Mayor de 2000 a 2005. Desde 2006 a 2010 fue párroco en Requena y en numerosas pedanías de esta localidad. También fue titular de las parroquias de Valencia Nuestra Señora de la Buena Guía y San Vicente Ferrer. Además, es nieto del beato mártir Arturo Ros Montalt, padre de seis hijos, cofundador de Acción Católica y del Sindicato Católico en Vinalesa que fue ejecutado en el Camí de Moncada en agosto de 1936 y arrojado a un horno de cal.

Desde 2013 y hasta mayo de 2015, la diócesis de Valencia había quedado huérfana de obispos auxiliares. Esto no ocurría desde 1903. De hecho, desde 1971 hasta la salida de Escudero en 2010, el arzobispo de Valencia siempre había mantenido entre dos y tres obispos auxiliares. Ahora, con la llegada del segundo birrete auxiliar, la jerarquía eclesiástica valenciana se recompone: habrá un cardenal-arzobispo y dos obispos auxiliares, aunque Cañizares ya adelantó ayer la próxima designación de un tercer obispo auxiliar para Valencia. Así fue en la mejor época de García-Gasco.

El «privilegio» del nieto de mártir

El cardenal comunicó ayer que le ha encomendado a Arturo Ros, entre otros cometidos, la promoción de la «formación de un laicado adulto, presente en la vida familiar, en los asuntos temporales, en la acción social, en la vida pública», así como «la promoción de la participación de la mujer en la vida de la Iglesia».

En declaraciones remitidas por el arzobispado, Arturo Ros se definió ayer como «un cura feliz» y destacó el hecho de ser nieto de beato mártir. «Mi existencia cristiana y sacerdotal „aseguró„ hubiese sido imposible sin el testimonio de mis abuelos, ya que una de las cosas para mí más hermosas de mi currículum es que soy nieto de un beato mártir y esto es un privilegio y una exigencia».