Día importante. Inicio de una nueva etapa después de quince años de vida. La Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL) cuenta desde esta mañana con siete nuevos miembros, los primeros que no son elegidos por decisión política, sino por un proceso interno "impecable", fruto de un "debate democrático intenso". Lo ha dicho el presidente de la institución, Ramon Ferrer, en el acto oficial de toma de posesión de los nuevos académicos, celebrado en el Palau de la Generalitat, en presencia del jefe del Consell, Ximo Puig.

Ferrer ha reivindicado la independencia de la entidad con respecto a los poderes públicos, un bien por cuya preservación lucharán "celosos". Al tiempo, ha llamado a la colaboración con otras instituciones. En especial, ha mencionado, con nombres y apellidos, al Institut d'Estudis Catalans (IEC). "Es difícil de entender que dos instituciones que comparten una misma lengua, intereses comunes y una gran estima por las hablas respectivas trabajen de espaldas una de la otra. Yo no lo entiendo, sinceramente", ha dicho.

Colaboración, sí, pero respetando que una no está por encima de la otra, "sin ningún tipo de subordinación y desde nuestra independencia", ha subrayado. Esta equiparación institucional es el factor que ha alejado a las dos entidades.

Ferrer ha destacado el papel de la AVL como elemento de concordia entre los valencianos y ha recordado a todos los académicos que han pasado por la institución en sus tres lustros de trayectoria. La lengua como elemento fundamental del autogobierno ha sido uno de los ejes de su discurso, en el que no ha pasado por alto los recortes (incluido el abandono de algunas actuaciones) que han afectado a la AVL durante los años de crisis económica y que han supuesto una reducción del presupuesto que recibe de la Generalitat del 25 %.

Immaculada Cerdà, Josep Martines, Carme Miquel, Joan Francesc Mira, Brauli Montoya, Rafael Ramos y Abelard Saragossà han prometido su cargo ante Ferrer y Puig.

El presidente de la Generalitat ha recordado los momentos de la constitución de la Acadèmia en 2001 y ha destacado su función como "pilar para la reconciliación de unas posiciones irreconciliables desde la Transición", un enfrentamiento hoy "prácticamente solucionado".

Puig ha mostrado su confianza en el trabajo de los nuevos académicos para aumentar el uso social de la lengua propia y para que "la manipulación interesada" de ella no sea motivo de discordia nunca más.