El final «de los dos asentamientos nuevos» de Valencia y Sagunt llegó de forma violenta en 929-930, según afirma el historiador Miquel R. Martí en su tesis doctoral , porque «eran molestos focos de rebelión contra el poder central y sus impuestos del califato de Córdoba por parte de musulmanes, cristianos y cristianos conversos». Como prueba de ello, alude a las espesas capas de cenizas y carbones «fruto de destrucción y de las que hablan los textos», que existen en Valencia la Vella y El Punt del Cid, «pero no están presentes en los emplazamientos romanos y actuales de las dos ciudades».

En concreto, asegura que tanto Valencia la Vella como El Punt del Cid fueron golpeados por Abderramán I entre el 778/779, y aniquiladas por Abderramán III al verse envueltas en rebeliones. «Es a finales del siglo VIII, cuando los textos árabes hablan de la Ruzafa de Abderramán al-Balansí que se instala en Valencia con sus seguidores fieles, es decir hay una apuesta por recuperar la ciudad romana, cuando la gente vive mayoritariamente en Valencia La Vella, golpeada duramente por su familiar Abderraman I, aunque será Abderramán III quien la destruye haciendo que la población se traslade a la ciudad que hemos heredado», dice.

En el caso de El Punt del Cid, considera que su destrucción «propició la fundación del Castillo y alquería de Almenara y que sobre las ruinas de Murbiter/Morvedre (la antigua Sagunt romana abandonada), aparecieran en el siglo IX tímidos fragmentos de los nuevos ocupantes musulmanes». Además, recordaba varios textos musulmanes de Ibn Hayyan (987-1076) y Ar-Razi (887- 955 d. C), donde hay referencias a un Sagunt dual.