Javier Salinas ya no es obispo de Mallorca. En su adiós forzoso de la isla, el prelado se disculpa y dice que su salida es «lo mejor para la diócesis». El Vaticano lo destituyó ayer a mediodía tras censurar la estrecha relación mantenida con su secretaria personal, Sonia Valenzuela, que ha terminado divorciándose de su marido. El insólito revuelo generado entre la feligresía mallorquina por este episodio había conllevado la pérdida de autoridad moral de Salinas, que siempre ha negado haber roto su voto de celibato.

«Quiero pedir disculpas si con algún defecto mío he ofendido a alguien o le he dado motivos de preocupación», recalca el ya ex obispo de Mallorca en una carta dirigida a los fieles. Una referencia velada a la polémica por él provocada. Monseñor Salinas llevaba meses inhabilitado de facto por lo que se considera una conducta impropia e imprudente dentro de la Iglesia. Su relevo estaba más que cantado, solo faltaba la fecha.

La «decisión» de abandonar Mallorca se ha adoptado «mirando lo mejor para la diócesis», afirma Salinas. Roma le degrada trasladándole a Valencia en un cargo secundario de ayudante del cardenal Antonio Cañizares, guardián de la ultraortodoxia católica. En ámbitos eclesiásticos, recolocar a un obispo como auxiliar en su tierra natal -como es el caso- tiene tintes de castigo.

Salinas se resigna a su traslado «de esta querida sede», muestra su querencia por la isla: «Lo acepto con sentimientos de filial obediencia y gratitud al Santo Padre».

Meses siguiendo el asunto

La investigación interna vaticana sobre el vínculo del obispo y una mujer casada se inició a finales de 2015 y fue desvelada por Diario de Mallorca el pasado 8 de diciembre. Salinas fue descubierto negando que hubiera sido llamado a capítulo a Roma, y a partir de ahí se enredó en un laberinto de contradicciones y renuncios.

Con la finezza que caracteriza a la curia romana, la destitución se viste como una «renuncia», sin la menor alusión a los motivos reales por los que en este caso Salinas ha sido desposeído de la cátedra de Mallorca.

En su misiva, Salinas también sostiene que ha sido él quien «libremente, después de haber orado al Señor y asistido por el consejo de personas de criterio humano y eclesial», ha pedido su relevo. El prelado obvia que ha sido el Vaticano quien le obligado a irse, al fracasar su intento de convencer a sus superiores de que la polémica estaba zanjada. Este verano le dio el ultimátum: o aceptaba irse de tercero a Valencia o le esperaba un destino incierto. El nuevo jefe de Salinas, el cardenal Cañizares, declaró ayer que el cambio «no ha sido casual», y asegura que fue él mismo quien pidió al Papa que le enviara al ex obispo de Mallorca.