El día tenía algo como de simbólico. Hacía 22 años que un presidente de izquierdas no subía al estrado de las Corts en un Debate de Política General. Bien valía estrenar traje y megafonía (esto último, con resultados poco satisfactorios). «Nada está peor, algunas cosas siguen igual y muchas cosas están mejor». El resumen del primer año del Consell del cambio que realizó la vicepresidenta, Mónica Oltra, el pasado viernes fue ampliado ayer durante noventa minutos por el jefe del Ejecutivo, Ximo Puig, que „no hubo sorpresa„ solo convenció a propios y socios, y se llevó la reprobación hiriente del PP y, más moderada de formas pero equiparable en contenidos, de Ciudadanos. El partido naranja ha ido escorando sus posiciones hacia las de la bancada popular y la confirmación de esta tendencia es una de las claves que deja la larga jornada de ayer.

Puig repasó la gestión de un primer año de gobierno en busca de una «nueva prosperidad social» y recuperó algunos de los ejes de su discurso en este tiempo: la corriente recentralizadora bajo «la falacia» de que el déficit está en la periferia, la «discriminación» valenciana en la financiación autonómica „«ya no es soportable», dijo„ y la reivindicación del Corredor Mediterráneo como «la infraestructura de futuro», cuyo «menosprecio» evidencia que hay ciudadanos de primera, segunda y tercera. «Ya saben dónde estamos», zanjó con sorna.

No fue un discurso de anuncios de grandes y nuevos proyectos „queda un buen trecho para elecciones autonómicas„, sino de recuento de iniciativas avanzadas por goteo en los últimos meses: de la reversión de la concesión del Hospital de La Ribera (la inmediatez de la medida fue una sorpresa para el líder de los aliados de Podemos) al grupo de Policía Autonómica dedicado a la los incendios forestales pasando por las nuevas leyes de renta garantizada de ciudadanía o de Función Pública.

La principal novedad con la que Puig subió al estrado del hemiciclo fue una propuesta de «acuerdo valenciano por la Educación» que ofreció a toda la comunidad educativa y los partidos.

La enseñanza fue uno de los pilares del debate parlamentario con el que comienza el curso político. No solo por la propuesta que el jefe del Consell deja encima de la mesa, sino porque la oposición „PP y C's, se entiende„ coincidió en blandir la protesta de los colegios concertados como una de las principales armas contra la gestión del bipartito.

La líder del PPCV, Isabel Bonig, cerró su primera participación en el debate, en el que también se estrenaba, con una foto de la manifestación en Valencia de este colectivo. Fue su prueba de cargo contra «un gobierno moroso, que miente, que se lamenta continuamente y que enfrenta». En resumen, que es «el problema de los valencianos».

El portavoz de Ciudadanos, Alexis Marí, aireó también una imagen de barracones para lamentar que se hayan licitado 29 nuevos, después de todo lo dicho, y se sumó a la reprobación del «ataque» a la concertada.

Puig negó la mayor en dos réplicas en las que subió el tono a veces monocorde de su primer discurso. «La situación está igual o mejor», afirmó en referencia a la concertada, de la que dijo que goza de cien profesores más, a pesar de las acusaciones de «radical» al conseller Marzà.

Bonig no se salió de la línea agresiva, casi faltona, que ya ha demostrado en la Cámara, levantando el alborozo entre los suyos con las alusiones en especial a la gestión de la dependencia «entre plató y plató» de Oltra, imposibilitada para la defensa en su papel de número dos.

Zapatero, Venezuela y el catalanismo „«prefieren ser antes catalanes de segunda que valencianos de primera», dijo de los gobernantes„ fueron algunos de los fantasmas que la líder del PP desempolvó en el hemiciclo. Y también el de la Guerra Civil, con una referencia a Indalecio Prieto a la que Puig contestó: «Parece que intenta justificar lo que pasó».

Entre el «renacimiento» de la C. Valenciana (visión del presidente) y el «remordimiento» de un ejecutivo de «populistas, demagogos, sectarios y radicales» (la mirada de Bonig secundada sin tantos calificativos por C's), Podemos „el socio del Botànic que prefiere no gobernar„ optó por la estrecha cuerda floja del término medio.

Su portavoz, Antonio Montiel, no cuestionó el pacto con socialistas y Compromís que sustenta al Consell, pero pidió más ambición a Puig y Oltra, cuya gestión está «por debajo de las demandas y aspiraciones ciudadanas».

Ni una mención deslizó a una hipotética entrada en el ejecutivo, posibilidad esbozada hace unas semanas por la dirección y que parece cada día más irreal ante la oposición de las bases moradas.

Y en la línea de lo avanzado por Oltra, el portavoz de su grupo, Compromís, Fran Ferri, resumió el año con que «es mucha la gente que vive mejor». Y no olvidó elevar la mirada hacia el Gobierno central, el que «intenta boicotear y bloquear la acción» del Consell.

Si Rita Barberá fue la popular más citada sin mentar su nombre, la formación del ejecutivo de España fue otro invitado extraño que se coló en el debate.

«Nueve meses en campaña y sin gobierno», denunció el jefe del Consell, que aconsejó a los ocupantes de la Moncloa a virar hacia «la gestión de la diversidad, territorial e ideológica», porque esa es la «sociedad del siglo XXI», y a alejarse de «la corriente contra las autonomías».

Frente a esa política, representada por Rajoy y los suyos, Puig concluyó su primer Debate de Política General con «el reto de liderar una nueva idea de España», orgullosa de las diferencias.

Pero Bonig observa el panorama desde un prisma muy diferente. Acusó al jefe de Consell de estar entre los que quieren «arrinconar» al PP y le pidió que «desbloquee» la situación „que trabaje por ello, se entiende„ y no anteponga intereses de partido.

Reparación y honradez fueron conceptos sobre los que el presidente construyó su repaso a la situación de la C. Valenciana en 2016, aunque para entenderla no pudo pasar de largo por la herencia recibida: «Ningún gobierno se ha encontrado con una situación tan dramática como la nuestra», dijo, con un «campo de minas» como Feria Valencia y la Ciudad, «líderes en fracaso escolar» y «los últimos» en desarrollo de servicios sociales.

Frente a la corrupción, fanfarria y despilfarro con las que definió las dos décadas valencianas del PP, Puig aseguró que la Comunitat puede presentarse hoy en Madrid y Bruselas „así lo hará en actos oficiales„ con las credenciales de una recuperada «prosperidad social». El abrazo de Oltra fue lo último que el jefe del Consell se llevó de una jornada que, sin contener acuerdos históricos, sí cierra el círculo del cambio.