Caen chuzos de punta para el PPCV, pero su presidenta, Isabel Bonig, evidenció ayer que es inasequible al desaliento y que sigue centrada en el «marrón» „así lo definió ella misma en tono coloquial„ de liderar el nuevo proyecto político del PPCV con el fin de reconquistar la Generalitat en 2019. Lo dejó claro ayer en el Club de Encuentro Manuel Broseta donde pronunció una conferencia bajo el título de «El valencianismo político en la encrucijada». La reflexión se producía horas después de que en el Palau de la Generalitat se celebrara un cumbre histórica entre el Govern catalán y el Consell, pero también con el sumario aún caliente de la Operación Taula y la resaca de la marcha de Rita Barberá al grupo mixto.

El contexto fue determinante y se coló en un discurso en el que Bonig no dudó en defender el legado de su partido en sus 20 años de gobierno: «No sólo puede hablarse de corrupción, también hubo crecimiento, ilusión, mejora de servicios públicos, avance en el autogobierno y un proyecto político», manifestó. «Hemos reconocido errores y pedido perdón, pero no pediré perdón por ser del PP», proclamó Bonig ante un auditorio repleto, aunque no cien por cien entregado. De hecho, la lideresa tuvo que escucharse más de un reproche en el turno de preguntas. Desde el comentario hiriente de que el PP no podía defender que en el centro de sus políticas estaban las personas «con lo que han robado» hasta la censura de una veterena militante porque nadie del partido había defendido a Rita Barberá pese a sus 24 años de éxito político. Esta última reprimenda, avalada por una decena de aplausos, obligó a la lideresa a matizar que creía en la inocencia de la exalcaldesa de Valencia, pero que le habían pedido el escaño por el bien de la organización.

La palmada en la espalda le llegó de un asistente que se declaró no votante del PP. Levantó la mano para darle las gracias por hacer posible que muchas personas siguieran votando al partido aunque fuera con «con la nariz tapada». Bonig le devolvió el agradecimiento y el auditorio aplaudió con ganas.

Al inicio de la conferencia, Bonig se refirió, a preguntas de los periodistas, a las novedades del caso Taula. Preguntada sobre el futuro de dirigentes salpicados como el diputado Alejandro Font de Mora, y el presidente provincial, Vicente Betoret, pidió «prudencia» y esperar a que avance la investigación. Reiteró no obstante, que la imputación sigue siendo su línea roja. Sobre Barberá, indicó que tras darse de baja del PP, el tema está zanjado.

Por cierto, que Betoret fue uno de los dirigentes del PPCV que recibió a Bonig a la entrada del hotel. Allí le esperaba la plana mayor de la organización (los barones de Alicante y Castelló, José Císcar y Javier Moliner), el Delegado de Gobierno, Juan Carlos Moragues, el expresidente Alberto Fabra, así como diputados y diputadas de las Corts. También se dejó ver la exministra Carmen Alborch y el síndic socialista Manolo Mat o el presidente de la Cierval, José Vicente González.

En su conferencia, Bonig enfrentó su visión del valencianismo «reformista» e «integrador» que representa el PPCV al «rupturista» y «de exclusión» que atribuyó a Compromís. Para Bonig el proyecto de la centro derecha valenciana debe ser «ofensivo desde el punto de vista ideológico», «dialogante y no austente» y «reformista y no reaccionario». La liderasa citó a Luis Lucia, dirigente de la Derecha Regional Valenciana, para abogar por la construcción de una «conciencia valenciana» aunque «profundamente española» y que aúne las dos almas del PPCV.

Durante su intervención, Bonig aludió a el encuentro entre Puigdemont y Puig, pero contra pronóstico no sacó a pasear el «fantasma del catalanismo». Esto, dijo, «son lastres ideológicos de la izquierda que ven a Cataluña como referente». Bonig vio positivo estrechar lazos con la comunidad vecina y sólo afeó al presidente de la Generalitat no haber sacado pecho por el proyecto del tercer carril. Es más, llegó a la mentar que los partidos en la Comunitat no hayan estado unidos, como hacen «los vascos y los catalanes» en cuestiones claves. Y es que Bonig mantuvo que el debate identitario es para el PP una «etapa pasada» . Eso sí, dejó claro su rechazo a la «inmersión linguística, a «fronteras linguísticas y administrativas» que nos «aislan» o al recurso «España nos roba». Centró sus críticas en los «partidos del odio» como Podemos y Compromís que, en su opinión, llegó a su «tope» el 25M. Salvó al PSOE de la quema, pero le exigió responsabilidad para desbloquear el Gobierno de España.