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Entrevista

Carles Puigdemont: "Catalanes y valencianos estamos felizmente destinados a entendernos"

El presidente catalán sostiene, tras su visita a Valencia, que una Cataluña independiente será «más próspera y dinámica» y estará «en mejores condiciones de ayudar a sus vecinos»

Entre naranjos. Puigdemont, en el patio del Palau de la Generalitat catalana en Barcelona el pasado viernes. rubén moreno

­Ni el Palau de la Generalitat, una isla de silencio en medio del bullicio turístico que inunda el centro histórico de Barcelona, puede evitar los sonidos de un concierto callejero. «Las fiestas de la Mercè», apunta Carles Puigdemont, mientras pone su atención en la placa de piedra en memoria del primer presidente de la Generalitat catalana, Berenguer de Cruïlles, en el siglo XIV. De Girona, igual que el que será el último president, dice con una soberana sonrisa.

De momento, Carles Puigdemont (Amer, 1962) lleva aún en la solapa la insignia de la actual Generalitat. Alcalde antes que jefe de gobierno y periodista antes que primer edil, sale puntual del despacho que antes ocuparon Jordi Pujol y Artur Mas para la entrevista, que se celebra en el saló Montserrat días después de su visita a Valencia —la segunda de un mandatario catalán en 23 años— para normalizar relaciones de vecindad y unir fuerzas con Ximo Puig por el corredor mediterráneo. Muebles funcionales contrastan con estatuillas y tablas medievales sobre los gruesos muros del edificio gótico. Solo una bandera en la sala: la catalana.

Después de años y años de especulación y corrupción, ¿no nos queda ya más que entendernos a valencianos y catalanes para sacar cabeza?

Valencianos y catalanes nos hemos entendido. No se entendían la política y las instituciones. Hemos visto cómo la sociedad, la economía y la realidad rompían aquello que la política, y especialmente desde Madrid, se intentaba imponer. Después de haber pasado página, especialmente en el País Valenciano, a una época muy oscura y vergonzante, las instituciones hemos tenido que aceptar la evidencia y la necesidad de trabajar juntas en todo lo que es común, que es mucho y muy importante para la calidad de vida de nuestros ciudadanos.

Ustedes también han tenido su parte oscura de corrupción.

Sí. La corrupción ha afectado a toda Europa, pero los mecanismos funcionan, a diferencia de otros lugares, y no ha habido aquí un sistema atacado en su conjunto, sino que ha aguantado por la cantidad de responsables de todos los colores políticos que han hecho bien su trabajo. Eso ha permitido aislar muy bien los casos y cuando se juzguen determinaremos el grado de responsabilidad que haya. Pero la salud de nuestras instituciones es fuerte.

La cumbre de esta semana ha sido la segunda visita de un presidente catalán al Palau desde 1993. ¿Al gobierno catalán no le ha interesado el territorio valenciano?

Ha tenido mucho interés por razones obvias, pero también ha tenido interés en ser respetuoso. Somos conscientes de la sensibilidad con que se ha jugado con la cuestión catalana en el País Valenciano y no hemos querido facilitar heridas que estaban inexplicablemente abiertas y que a alguien le interesaba que continuaran así para obtener réditos electorales. Quizá es un error nuestro no haber sido más insistentes, pero era difícil porque al otro lado no había nadie y el que había antes estaba dispuesto a manipular ese interés de Cataluña y a confundir a la opinión pública. Hoy tenemos un interés legítimo las dos partes y un respeto escrupuloso por la decisión de cada uno de los pueblos.

El PP ha acusado al presidente Puig tras la reunión de tener un proyecto oculto de catalanización de la C. Valenciana. ¿Existe?

Algo más grave, si me permite. Le han acusado de alta traición. Que el PP acuse y señale con el dedo a otros partidos de ser traidores y que un candidato del PP a la presidencia de Galicia considere que los partidarios de la independencia vamos con la pistola en la mesa indica el grado de calidad democrática del PP y, por tanto, cuánto daño ha hecho a la democracia desde que ha tenido responsabilidad en las instituciones. Hemos estado en manos de gente que considera que la discrepancia y que el entendimiento es traición. Es una vergüenza. Esta actitud debería ser expulsada de la política. Por culpa de actitudes así hay un retroceso social y económico y salen perjudicadas personas que hoy están sin trabajo y que podrían estar empleadas en empresas de calidad que tuvieran una buena conexión con el corredor ferroviario mediterráneo.

¿El entendimiento hasta dónde puede llegar?

No tiene límites. Tiene un buen principio y se ha de ir trabajando periódicamente con mucha lealtad y mucho respeto, que es como ha empezado. No estamos condenados a entendernos, estamos felizmente destinados a entendernos en cualquier circunstancia, porque somos vecinos, nos necesitamos y tenemos lazos muy profundos a nivel lingüístico, cultural, geográfico, medioambiental… Nuestra posición en el Mediteráneo nos confiere un liderazgo que quizás la España atlántica no tiene. De todo esto queremos sacar mucho rendimiento. Sin límites.

«Entendernos en cualquier circunstancia». Es la misma expresión que utilizó Puig para explicar la relación ante una posible desconexión de Cataluña. ¿Realmente cree que se puede mantener si ese momento llega?

El eje ferroviario mediterráneo existirá igual, los barcos llegarán igual a los puertos, las relaciones físicas y culturales serán las mismas, no cambiaremos de habla. Al contrario, cuando Cataluña disponga de las herramientas de un Estado propio, es decir, cuando deje de tener un Estado que va en su contra, tendrá posibilidad de entenderse mejor con todos los vecinos, en relación de igualdad. Una Cataluña Estado es más próspera y dinámica, y por tanto en mejores condiciones de ayudar a sus vecinos.

¿No le provoca cierta tristeza que el gran eje vertebrador entre Cataluña y Valencia hoy sea el corredor, una pura conexión mercantil?

También es una conexión social y cultural, de personas. La gente que ha de tomar el Euromed invierte mucho más tiempo que la que va a Madrid y la gente que va en autopista ha de pagar un dinero, mucho, por cierto, que no paga nadie que va de Madrid a Valencia. Todo eso no es solo mercantil, dificulta las relaciones de todo tipo. Claro que hablamos de una infraestructura, pero es un discurso también como eje vertebrador para entendernos mejor, un cordón umbilical que nos une de manera profunda.

Puig y usted hablaron de turismo, infraestructuras o televisión y no de cuestiones identitarias y lingüísticas, que en el pasado han sido foco de conflicto. ¿Es mejor dejarlas a un lado ahora?

Nosotros no hacemos conflicto de nada de eso. En la rueda de prensa conjunta hablamos la misma lengua, nos entendió todo el mundo y no hubo ni una pregunta relacionada con esta cuestión, porque la vivimos con naturalidad. Cuando la podemos practicar con normalidad, deja de ser un problema. Nos duele que alguien muy insensible a las identidades compartidas que tenemos haya hecho politiquería de la peor con ella. Tristemente, en Cataluña sabemos lo que ha supuesto hacer política de la lengua. Esta ha sido, es y será un factor de cohesión social, con un amplio consenso solo roto por un grupo con mucho eco mediático pero minoritario que es Ciudadanos. No debería estar en la agenda política.

¿A usted le sobra la Acadèmia Valenciana de la Llengua; cree que es redundante dado que existe el Institut d'Estudis Catalans?

Nosotros tenemos que ser muy respetuosos con las decisiones de Valencia. La comunidad científica no tiene dudas sobre las cuestiones lingüísticas, por tanto, que ningún político las remueva. Cada pueblo aborda como le parece su política lingüística y me parece respetable. No nos meteremos nunca en las competencias de la Generalitat Valenciana sobre la lengua.

¿Cuando se refieren al corredor, hablan simplemente del tercer hilo proyectado y en construcción?

Hablamos del tercer hilo y de la vía única, el tramo de 40 kilómetros en Tarragona que impide que los trenes alcancen velocidad comercial, hablamos de la conexión de los puertos de Barcelona y Tarragona con el ramal de ancho internacional y hablamos de un eje desde Algeciras hasta los puertos del norte. Y también de la parte entre Perpignan y Montpellier, en la que el Estado francés tiene la misma actitud indefinida que el español y donde tenemos un cuello de botella.

¿Ir más allá, la doble vía, queda muy lejos hoy?

Obviamente, siempre defendemos que necesitamos el ancho internacional, pero defendemos también el traspaso de todas las competencias ferroviarias a Cataluña. Queremos la gestión del servicio, porque hemos demostrado saber hacerlo mejor.

¿Y cree que al puerto de Barcelona le interesa el corredor, que potenciaría a su competidor, el de Valencia?

Esa sería una versión muy reducida y provinciana que el puerto de Barcelona no tiene y que no nos podemos permitir que tenga nadie. Estamos compitiendo con los puertos del Atlántico para que venga al Mediterráneo parte del tráfico que ahora no viene. Lo importante del corredor para el puerto de Barcelona es que multiplica su competitividad en toda su región de producción industrial. He tenido varias reuniones con sus responsables y su prisa es extraordinaria porque están perdiendo oportunidades.

Dice Enric Juliana en «El despertar valencià», de Víctor Maceda, que la mayoría de valencianos no quieren ser catalanes y la mayoría de catalanes saben bien poco de Valencia, más allá de cuatro tópicos. ¿Cierto?

La primera parte no la sé. Cada uno quiere ser lo que es. Los catalanes que conozco quieren ser catalanes: es una de las demandas para tener un Estado, porque el español nos exige ahora dejar de ser catalanes para ser españoles. Es lógico pensar de la misma manera que los valencianos quieren ser valencianos. Sí es verdad que no nos conocemos bastante, y no hablo por mí, que tengo mucho interés. Es una de las últimas consecuencias de la visión colonialista que ha tenido la España centralista con las naciones a las que no nos deja ser Estado.

Alguna cosa mal habremos hecho también valencianos y catalanes, ¿no?

Sí, sí, dejarnos hacer. Dejarnos colonizar el imaginario por una narrativa que no era nuestra. La que se ha impuesto entre valencianos y catalanes ha estado colonizada en gran parte por un imaginario impropio y hemos mirado hacia otro lado. Los sectores intelectuales, económicos y políticos no hemos trabajado con bastante coraje para parar esta narrativa que nos venía de fuera. Eso ha provocado un nivel de reconocimiento mutuo inferior al deseable entre dos comunidades que comparten muchas cosas y algunas muy íntimas. Tenemos terreno para trabajar. No nos tienen que ganar.

¿En ese discurso que le dice el concepto «Països Catalans»?

Si le queremos dar la idea que el nacionalismo vasco da a Euskal Herria nos equivocamos. Cuando hablan de independencia con Navarra e Iparralde, no es nuestro caso. Antiguamente hubo una parte muy minoritaria del catalanismo que tenía una visión integral, pero no es el planteamiento por descontado del Estado catalán contemporáneo. Existen los Països Catalans en el ámbito lingüístico y cultural, como existe la francofonía sin necesidad de un único Estado. Los valencianos decidirán lo que quieren ser y los catalanes lo respetaremos.

¿Sabe qué es la «batalla de Valencia»?

Sé lo que fue contemporáneamente, no sé si hay alguna históricamente.

Quedémonos con la de finales de los años 70 y primeros 80.

«Contigo empezó todo», que diría aquel. Cuando le decía que existe una narrativa ajena que hemos dejado que nos colonizara me refería a esto. No podemos olvidar que la causa no está ni en Valencia ni en Cataluña. La agresión que ha sufrido nuestra identidad no ha venido de dentro. Nosotros hemos participado por omisión, pero hay una autoría intelectual, un diseño de laboratorio político de la batalla de Valencia... Pero bueno, el anticatalanismo ha salido muy caro en términos prácticos y mensurables como el PIB. La realidad se impone finalmente, es como el agua, y no podemos perder más el tiempo ni aceptar las consecuencias negativas para nuestra gente de esta situación.

A ver, ¿qué pasará con los valencianos que viven en Cataluña si hay una declaración de independencia; serán extranjeros?

Serán valencianos. Si tienen residencia en Cataluña serán residentes de este país, pero seguirán siendo valencianos. No hemos tenido nunca ninguna duda de las identidades múltiples que hay en Cataluña. Conozco incluso algunos que se sienten españoles pero que consideran que su estado mejor es el catalán, porque el español les perjudica.

¿Desde ese punto de vista la cumbre ha sido una demostración de que Cataluña puede ser un colaborador leal de otros territorios?

Trabajamos por eso. El proyecto de independencia de Cataluña no es antiespañol, sino que pretende un entendimiento mejor con España, porque es un vecino privilegiado para nosotros. Como los costes de la relación de dependencia son muy grandes, lo que queremos es situarnos en un plano de igualdad, que se nos reconozca y contribuir al mutuo desarrollo. Nuestra lealtad es absoluta con la Unión Europea y con el Estado español en aquellos acuerdos profundos que deseamos alcanzar.

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