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[Independencia]: «En una pareja, cuando uno quiere hacer su vida lo que espera es que el otro no le amenace, sino que le diga que le quiere»

­Carles Puigdemont se enfrenta la próxima semana a una moción de confianza. Es la consecuencia del no de los antisistema de las CUP a los presupuestos del Govern catalán. El elegido por Mas defiende, no obstante, los resultados de la complejidad de la política catalana. Esa que encalla en España, desliza, donde no ve «coraje» en Pedro Sánchez para intentar formar gobierno con los independentistas. ¿Y el procés? Sin vuelta de hoja, cree, mientras no se reconoce en la imagen de monstruo que rompe España: «Pierdo poco tiempo leyendo animaladas».

Es usted el monstruo que quiere romper España?

No estoy al tanto de esta imagen. Creo que hay un problema de calidad democrática en el sistema mediático español que secuestra un relato que no se corresponde a la realidad. Pierdo poco tiempo leyendo las animaladas que se publican, muchas dictadas. Desconozco y me sorprende esta visión, porque lo que digo lo he dicho toda la vida. No tengo ninguna pulsión antiespañola y siempre apostaré por la lealtad. Creo que es una caricaturización muy indecente del deseo limpio y honesto de millones de catalanes. No contribuye a enviarnos una señal de que quieren que nos quedemos. Cuando en una pareja una parte dice que quiere hacer su vida, lo que espera es que la otra no le amenace y le diga que se morirá de hambre y estará sola, sino que le diga que le quiere.

¿Cataluña puede quedarse en España si cambian las circunstancias entonces o el proceso es irreversible?

La mayoría de gente que apuesta hoy por la independencia ha estado esperando durante cuarenta años que la promesa de la Transición se hiciera realidad.

¿Qué promesa?

Que el Estado español fuese nuestro Estado propio. No es un problema de nombre, sino de servicio y de si ese Estado respeta lo que tú eres, te protege, se pone al frente de la defensa internacional de tu lengua, mima tu cultura, deja que puedas gestionar lo que consideres y respeta tu esfuerzo fiscal. Le hemos dado varias oportunidades, la última fue el Estatuto, y el Estado español decidió no ser el Estado de los catalanes. Por tanto hemos de tener uno propio.

¿No hay vuelta de hoja?

Puede haber un gobierno en los próximos meses en España que diga que se ha equivocado y que Cataluña es una nación. Científicamente es posible, pero honestamente creo que es muy poco probable. Así que haremos nuestro camino.

Si Rajoy es la peor perspectiva para ustedes, ¿es partidario de que el líder del PSOE intente formar gobierno?

Tiene la oportunidad de hacerlo. Podría ser primer ministro ahora. Lo pudo ser en las primeras elecciones. Le falta el coraje político. Sabe que tendría el apoyo de los diputados independentistas catalanes solo con aceptar una idea básica en la democracia: que los catalanes deciden.

¿El referéndum es irrenunciable entonces?

Lo hemos dejado bastante claro. La gente que salió a la calle en la última Diada no pedía una reforma federal de la Constitución, sino la independencia. Estamos dispuestos a aceptar un referéndum acordado con el Estado español. Eso quiere decir que podemos pactar la fecha, la pregunta, el quorum y una moratoria sobre los años que tardaríamos en celebrar otro referéndum en el caso de perder, pero queremos decidir, votar... ¿Es algo tan extraterrestre en el lenguaje político español? Así que es fácil, el señor Sánchez podría ser presidente mañana mismo. No debe querer.

¿Lo considera el mal menor frente a Albert Rivera o Pablo Iglesias?

Nosotros el 27 de septiembre de 2015 nos emancipamos de la política española, así que las decisiones que adopten las respetaremos. Ahora, si España quiere evitar terceras elecciones y resolver la cuestión catalana, dos retos de gran envergadura, la llave la tenemos aquí. Es sencillo, digueu-li democràcia.

¿Ada Colau es su principal dolor de cabeza en estos momentos y su principal amenaza en un futuro?

Ni lo es ahora ni competiremos en el futuro. Lo tengo claro porque no concurriré a las elecciones. No vivimos así aquí la política: hay pluralidad y muchas discrepancias, estamos en las antípodas del modelo de la señora Colau, pero de la transversalidad hacemos una fortaleza.

¿Gobernar con las CUP es tener al enemigo en casa?

No gobernamos con las CUP. No hay ni un solo conseller de las CUP ni nombramiento alguno ni política del gobierno que corresponda a las CUP. Tenemos el apoyo parlamentario sobre la base de un programa que ha ganado las elecciones, que es el nuestro. Todas las mayorías plurales requieren trabajar, pero esto no es nuevo para nosotros ni para mí, que vengo de un ayuntamiento en el que he tenido que hacer pactos con todo el mundo. En la cultura catalana no es nuevo, hay que hacer equilibrios muchas veces. Esta complejidad que en España encalla la política aquí nos la pone más difícil, sí, pero nos remangamos, porque lo que quiere el pueblo es que nos entendamos y que gente tan alejada como la del Partit Demòcrata y la CUP, que son mucho más distantes que el PP y el PSOE, nos pongamos de acuerdo en lo importante para el país.

Se acabó Convergència. ¿Qué esconde el cambio de nombre?

Es un cambio de partido, muy valiente y necesario, porque nos preparamos para ser un partido que responda a las necesidades de la sociedad del futuro Estado catalán. Lo hemos de gobernar con herramientas nuevas, lenguaje nuevo y también instrumentos políticos nuevos.

Y también supone alejarse del estigma de la corrupción con una imagen nueva, ¿no?

No. Para eso habríamos hecho lo que hace el PP: aguantar, ponerse el casco, bunkerizarse y esperar que pase el tiempo. Si hubiera sido por eso no hubiéramos cambiado el partido. No era esa la vocación. Le toca a la generación de 30 a 35 años plantearse cómo se ha de gobernar Cataluña durante los próximos años. En 1974 los fundadores de Convergència tenían entre 30 y 40 e imaginaron el modelo de un partido que ni sabían que iba a gobernar. Estamos igual, con una nueva generación. A los que vivimos de niños el tardofranquismo y el principio de la Transición no nos toca hipotecar este futuro, sino ayudarles a crecer.

¿Le preocupan los efectos del caso Pujol sobre la imagen de Cataluña y la independencia?

Ya ha tenido un efecto obvio. A partir de las grabaciones de la Operación Cataluña sabemos que con fondos de todos los ciudadanos, también los que están en paro, se ha costeado la guerra sucia contra Cataluña. Son cosas muy escabrosas y el ministro del PP responsable continúa activo sin que ningún juez le haya pedido cuentas. Buscaban que Cataluña tuviera mala imagen, pero ha acabado teniendo muy mala imagen la democracia española. Y veremos cómo acaba esto.

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