Cabalgatas de Reyes, desfiles de moros y cristianos, belenes vivientes, mercados medievales con cetrería, circos, espectáculos de tiro y arrastre, festejos taurinos. El uso de animales en fiestas y tradiciones es amplio. Y controvertido. La Asociación Nacional para la Protección y el Bienestar de los Animales pidió ayer la eliminación del uso de animales en espectáculos, cabalgatas, procesiones o desfiles festivos. Su filosofía de base es clara: «los animales no son cosas o meros instrumentos de diversión, sino seres sensibles». Por ello, alegan, «un animal no debe ser expuesto a situaciones adversas para su estado anímico porque, de lo contrario, su equilibrio orgánico se va a ver afectado, y, por tanto, va a ser víctima de estrés, angustia o ansiedad».

A su juicio, «las ocas, como los patos, son animales muy estresables, y no forman parte de los animales de compañía. Estamos en contra de su uso en cabalgatas y desfiles porque ése no es su medio. Y un elefante es un animal cuya esencia es salvaje y pseudo-domesticarlo requiere el uso de métodos muy dolorosos para quebrar su voluntad. Lo mismo podemos decir de tigres o de osos amaestrados».

El colectivo animalista recuerda que el legislador suele tipificar como infracción «muy grave» hacer «sufrir» a los animales en espectáculos y festejos, siendo el sufrimiento un estado psicológico, así como someterlos a un «trato antinatural».

En el extremo opuesto está Juan Antonio García, responsable de la empresa Granja Móvil. En su web oferta un nutrido repertorio de animales para desfiles y cabalgatas. Ocas, serpientes, dromedarios, yak del Tíbet, mulas, perros lobos irlandeses, lobos checoslovacos, llama de Perú o burritas morunas. Su núcleo zoológico en Sant Vicent del Raspeig está autorizado por la Generalitat y cuenta con seguro de responsabilidad civil. Otro compañero suyo en Alicante ofrece también elefantes, tigres o serpientes pitón de más de tres metros. Diez dromedarios por 3.000 euros. Un elefante, mil euros por viaje más otros 500 o 1.000 euros por la actuación. Setenta ocas, muy entrenadas, por 650 euros. Una serpiente grande, por 300 euros.

Juan Antonio dice que él ha llevado ocas a Sagunt. Le da pena el debate. Él mantiene ocas desde hace 23 años. «Cada vez que ven el remolque van corriendo para subir, tan felices. ¿Qué mal tiene para las ocas si están paseando?», se pregunta. Él reivindica su trabajo: con vacunas, análisis, desparasitación y control. «Yo amo los animales y sufro por ellos. Gasto 30.000 euros al año en comida y veterinarios. Y el día que nosotros no estemos aquí, no sé cómo conocerán los niños a los animales», dice. Otro empresario del sector es tajante: «Si no se recauda dinero no se pueden mantener. Y si no se mantienen, no estarían». El animalismo sube otro escalón.