La casualidad quiso que el clímax de la operación contra el hasta ahora líder del partido coincidiera ayer, a eso de las 17.00 horas, con Ximo Puig y Carmen Montón juntos en el Palau de la Generalitat, donde tenían un acto en defensa de la mejora de la financiación autonómica.

La consellera podía haberse ausentado, pero decidió acudir, aunque se negó a contestar a los periodistas a pesar de ser arrinconada por los micrófonos.

La escena evidencia su situación en estos momentos: comprometida con el Consell de Ximo Puig „ha mantenido su agenda para hoy„, pero tocada dentro del Ejecutivo autonómico después de que cada uno haya optado por caminos socialistas distintos.

Puig y Montón son los únicos valencianos entre los 32 miembros en vigor de la comisión ejecutiva del PSOE y ayer adoptaron posiciones contrarias en un momento clave en el partido. El jefe del Consell firmó su dimisión del órgano con el fin de precipitar la caída del líder (hasta ahora); la titular de Sanitat se mantuvo al lado del secretario general.

La operación de caída de Sánchez no se gestó en unos minutos ni en unas horas. Estaba avanzada desde el lunes, momento en el que el tono de las declaraciones contra el secretario general comenzó a crecer en la misma proporción con la que él se resistía a abandonar a pesar de los malos resultados en las elecciones vascas y gallegas. Así que Montón ha tenido tiempo de pensar su decisión.

Al final, pudo la lealtad al hombre que la ha situado en la cúpula del partido (ha sido hasta ahora la secretaria de Igualdad), el compañero vecino de despacho en la planta privilegiada de Ferraz en una prebenda no apta para todos los de la dirección.

Pudo la fidelidad al compañero que la situó en la bancada noble de la oposición en el Congreso de los Diputados y con el que ha compartido estrategias, argumentarios y sobremesas.

En la balanza de la consellera de Sanitat, pesaron más esos componentes que mantenerse sin mancha en el Consell. La confianza hacia ella queda resquebrajada después de la intensa jornada de ayer. Más que tocada.

En los despachos de Presidencia negaban ayer tarde que exista voluntad alguna de destituirla, pero el futuro de Montón en el gobierno no va a ser fácil. Queda en una posición de debilidad y, en un ejecutivo de coalición, esa no es nunca una coyuntura agradable. Montón sabe que algunos compañeros en la mesa del Consell podrán aprovecharse.

¿Suicidio político? El tiempo lo dirá. En todo caso, la decisión ha sido suya. Montón estuvo ayer en el Palau con el propio Puig y con otros dirigentes del PSPV mientras se consumaba la operación contra Sánchez. Pudo haberse sumado a ella. Al estilo Bartleby, prefirió no hacerlo.

Vista la situación en clave interna del socialismo valenciano, e incluso la de la familia „lermista„ a la que ha sido adscrita siempre Montón, la dirigente ha optado por Lerma (se ha declarado en los día sprevios a favor de la propuesta de Sánchez) y no por Puig.

La consellera, esquiva a cualquier exposición pública de conflictos, ha rechazado en los últimos días pronunciarse sobre la situación del partido y la propuesta del secretario general de primarias y congreso. Montón ha decidido no moverse, incluso ayer, en el momento determinante, a riesgo de quedar huérfana ahora en Madrid y en Valencia.