«He vuelto a nacer». Ning Ning Wang, procedente de China y con 37 años, se emociona cuando piensa en que se sintió cerca de la muerte cuando el ascensor en el que estaban ella y sus dos hijas menores se desplomó ocho pisos -los seis desde su domicilio y los dos del sótano-. Sabe que tuvo mucha suerte, y en eso se consuela cada vez que siente dolor en la cadera, que se rompió por el golpe. Sus hijas, de 9 y 12 años, salieron ilesas, «la mayor tuvo la pierna inflamada diez días y no podía caminar pero ahora ya está bien», celebra.

Ning se ha llevado la peor parte. Su maltrecha cadera le impide estar de pie mucho tiempo y tampoco está cómoda sentada. «Me paso gran parte del día tumbada, por eso he tenido que llamar a mi madre para que venga de China a ayudarme».

Terror a los ascensores

No solo necesita ayuda. Ning vive en un sexto y también requiere apoyo para bajar las escaleras de los seis pisos para acudir a sus revisiones médicas rutinarias y también psiquiátricas, ya que tiene pánico a montar en ascensor desde que ocurrió el accidente. «He tenido que visitar a un psiquiatra, el otro día tuve que bajar al metro en ascensor y lo pasé muy mal. Mis hijas por suerte no tienen secuelas, ellas son muy atrevidas, para ellas fue como una atracción de feria», señala.

No quiere que este suceso pase inadvertido y ha contratado un abogado con la intención de demandar a todas las partes implicadas: empresa instaladora y mantenedora del ascensor, la comunidad de vecinos e incluso a la conselleria de Industria. «No es por el dinero, lo que no quiero es que nadie pase por lo que pasé yo».

Aún así, Ning se arma de valor y recuerda el día del accidente. «Fue el domingo 18 de septiembre. Sobre las 13.30 horas íbamos a salir con las niñas a la calle y montamos en el ascensor. Notamos un temblor muy fuerte, se apagó la luz y notamos cómo nos caíamos al vacío; pensaba que íbamos a morir», recuerda.

«Enseguida me di cuenta de que no podía levantarme y grité el nombre de mis hijas porque no las oía, y no veía nada, pensaba que me había dañado el oído del golpe, pero al final me respondieron y enseguida vinieron los vecinos que salieron al oir el fuerte golpe y ya me calmé», rememora.

Los vecinos llamaron a los bomberos que se presentaron inmediatamente y lograron sacar a las niñas con facilidad, no así a la mujer a quien tuvieron que inmovilizar en camilla, por lo que pasó bastante tiempo en el ascensor.

Ning Ning Wang llegó en 1998 procedente de un pueblo del norte de China. Junto a su marido regenta un negocio familiar de venta al por mayor en el polígono de Manises. Llegó a esta finca hace apenas dos meses, y asegura que desde el primer día notó que el ascensor no funcionaba bien.