«Hay un Cadillac dorado de los 50 increíble: la parte de atrás es tan grande que te puedes tumbar». Roberto Segarra tiene 24 años, estudia mecánica y habla de un coche como si contara una leyenda urbana. Su entusiasmo no es gratuito: ante él se despliegan mesas con piezas que no suele ver «casi ni en clase». Para los hijos de los noventa como Roberto y sus compañeros Alberto y Cristian, lo que veían ayer repartido por Feria Valencia tenía el mismo poder taumatúrgico que un desguace para naves espaciales. Como si acabaran de abrirles las puertas del Área 51.

La fascinación de los jóvenes es uno de los valores que explota la cuarta edición del salón Retro Auto&Moto Valencia, dedicado al vehículo antiguo y de época. Cerca de un millar de coches habrán pasado este el fin de semana por el recinto (la clausura es hoy a las tres), contando el aparcamiento anexo de clásicos. «Hacemos también ferias de coche nuevo y de ocasión, pero a esas acude gente que no le gusta el automóvil y van por la necesidad de comprar; aquí, sin embargo, se viene a disfrutar», cuenta José Enrique Elvira, de Eventos del Motor, empresa organizadora.

Ayer por la mañana, el propio Elvira calculaba con discreto optimismo que se podría llegar a los 25.000 asistentes a este «museo» del automóvil. Además de las exposiciones, recordaba el organizador, la feria sirve para homenajear a veteranos, héroes y artistas del universo de ese universo particular, como Alejandro Marín, artesano que realiza maquetas de coches antiguos y clásicos con chapa.

Sus pequeños monumentos se exponen a la entrada del pabellón, dando una punzada de nostalgia al visitante adulto. Ese es, precisamente, el otro combustible de este salón. «Cada familia tiene una historia asociada a su coche», comenta Rosa Tamarit, de Recambios Tamarit, tienda referente en la ciudad desde que la abrieron sus padres hace ya medio siglo. Entre sus especialidades se encuentran las piezas para el 600, «emblemático y popular», explica la empresaria. «Hay una nueva generación que recuerda el coche de sus padres y que busca las piezas por internet, pero aquí se viene a tocar las piezas y a oler a gasolina», abunda Tamarit. Otra patada de nostalgia. Como ella, Raúl Piñol, que custodia una flota de 16 coches en este salón, cree que hay un relevo en el coleccionismo: «Es gente de entre 45 y 50 años que tiene poder adquisitivo y busca los coches de su juventud, que son los 80».

Entre los vehículos de Piñol hay BMW, Porche Audi... pero ni rastro de aquel Cadillac dorado del que hablaba Roberto. Al menos, si uno no encuentra su modelo ideal, puede hacerse una idea con la maqueta. «Hay mucha gente que se está desprendiendo del género, ahora hay menos coleccionismo...», explica Miguel Charco Giménez, al frente de un negocio de miniaturas que ha recorrido las ferias de media península. Miguel señala al País Vasco y Catalunya como los paraísos del coleccionista. Buick, Pontiac, Porche, Aston Martin... la escala 1:43 permite al público medio llevarse en una cajita armato ese sueño sobre ruedas.

A unos metros del negocio de miniaturas alguien pule un coche dorado de hocico interminable. «No, no, no es Cadillac. Es un Cougar, es que la marca no se ve, pero aquí pone el modelo...». Al traste la última pista. Si alguien encuentra hoy ese transatlántico con ruedas que pruebe a expandirse, como Roberto, en su inmenso asiento trasero.