Sales de casa temprano, después de tomar un café y con suerte una tostada y con el tiempo justo para preparar un «tupper» de comida que, en principio, esperas que sea lo más equilibrada posible para cumplir con la ansiada dieta saludable. A media mañana llega la primera gran crisis. La pieza de fruta (el yogur o las galletas bajas en grasa) para el ataque de hambre de la hora del ángelus se quedaron olvidadas en casa. Las prisas. A media tarde, se repite el problema. La solución rápida y cómoda está, sin embargo, a la vuelta de la esquina junto al socorrido café.

Las máquinas expendedoras de comida y bebida son la tabla de salvación para ese almuerzo o merienda olvidado. Casi la mitad de la población se declara usuaria de este tipo de servicio, según un estudio de mercado de la Asociación Nacional de Distribuidores Automáticos, Aneda. El 22,8 % repiten el gesto diariamente. Patatas fritas, refrescos, galletas, todo tipo de chocolatinas€ la oferta es variada y más que apetecible a según qué horas pero, por mucho que nos hayamos preocupado por cuidar la dieta durante el resto del día ese gesto de tirar de máquina puede, según los especialistas en nutrición, dar al traste con nuestro compromiso «saludable», sobre todo, si no elegimos bien.

Por ahora son contadas las iniciativas que existen, incluso a nivel nacional, para fomentar la inclusión de tentempiés más sanos como fruta fresca en estos canales de venta. El objetivo es que tirar de lo más rápido y a mano (la comodidad y cercanía es el principal impulso para su consumo) no se vuelva en nuestra contra en forma de altos niveles de grasas, de sal o de azúcar oculta.

En Estados Unidos y Australia existen ya empresas especializadas en dispensar fruta y verdura fresca, troceada y presentada para que su consumo sea lo más fácil posible. En España, no ha llegado el «boom» pero grandes empresas ya han apostado por incluir alimentos saludables en sus máquinas de vending -como el hospital Clínico San Carlos, la clínica Ruber o los hospitales Quironsalud- e incluso el gobierno vasco está apoyando una línea de innovación para que estos productos lleguen a las máquinas de comida de toda la región.

La Comunitat Valenciana está, todavía, en mantillas a la hora de plantearse esta nueva renuncia calórica aunque hay empresas productoras de snacks valencianas que están viendo las barbas del vecino cortar y han optado por iniciar la producción de líneas de productos mucho más cuidadas: más aceite de oliva, menos emulgentes, menos sal€ etc. El mismo tentempié de toda la vida pero mejorado y más acorde con la opción «saludable».

Los responsables de las empresas de vending corroboran que la tendencia aún es «testimonial», sobre todo a la hora de la demanda del gran público. La duda es si calará lo suficiente para que sea rentable en un momento en que «la gente tiene el bolsillo resentido y estamos hablando de productos perecederos y que son más caros llevarlos a estas máquinas», explican desde la firma Vending Levante, la de mayor implantación en este sector en la Comunitat Valenciana. Las cifras del estudio de Aneda lo confirman: un tercio de los consumidores han reducido sus visitas a las máquinas desde la crisis.

Elegir bien, elegir mejor

Porque, ¿si hubiera oferta, se consumiría?, ésta es la pregunta que aún se hacen los responsables del sector y para la que todos los ámbitos implicados llegan a la misma respuesta: educación. «Hay que facilitar el tener opciones saludables a mano porque, al final, acudimos a lo fácil y a lo rápido. El elegir mejor es ya una cuestión educacional», asegura María Ballesteros, vocal de la junta directiva de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

Para Ballesteros, las prisas y la forma de vida acelerada están haciendo perder buenos hábitos que facilitaban mantener una alimentación adecuada. «Es más fácil ir a la máquina o darle al niño bollería o un zumo para merendar que preparar un bocadillo y no nos estamos dando cuenta de que quizá con ese gesto está superando ya el nivel de azúcar recomendado para todo el día. Por mucho que te preocupes en las comidas, con esas meriendas puedes estropearlo todo», asegura.

La médico cree que a los españoles les aqueja el mal de no leer el etiquetado. «Somos víctimas del marketing. Hay que empezar a leer más las etiquetas pequeñas -las del contenido nutricional- que las grandes, como el ´light´ en letras enormes, porque un producto así rotulado puede tener menos contenido calórico que su equivalente normal pero, aún así, seguir siendo poco recomendable», alerta. En este sentido, la especialista recuerda que estamos demasiado «focalizados» en las calorías y «llegado el momento no son tan importantes como la composición en cuanto a grasas, azúcares o sal. A lo mejor unas rosquilletas tienen las mismas calorías que otro snack de la máquina pero si son de panadería o están bien hechas tendrán menos azúcar, grasas de más calidad€ todo cuenta».

El trabajo para concienciar se ha dirigido, hasta ahora, sobre todo a la población infantil. De hecho, el comité interterritorial del Sistema Nacional de Salud aprobó hace seis años un documento de consenso en el que asociaciones y organismos implicados con la alimentación y los menores establecieron qué productos deben ofrecerse en los centros educativos y cuáles no ya sea en las cantinas, quioscos o máquinas expendedoras, aunque estas últimas están vetadas en los colegios de infantil y primaria.

Los criterios nutricionales son estrictos, no más de 200 kilocalorías por ración, que del total no más del 35 % provengan de grasas o que el contenido máximo de azúcar sea de 15 gramos. Pese a la buena voluntad del documento, su aplicación práctica es desigual. En la Comunitat Valenciana existe una proposición no de ley de septiembre de 2015 para restringir la venta de «chucherías, frutos secos con cáscara y aperitivos o bollería de tipo industrial» en los bares y cafeterías de los centros docentes públicos aunque no incluye unos máximos nutricionales para decidir qué alimentos pueden venderse o cuáles no, con lo que, por ejemplo, las bebidas refrescantes están autorizadas pese a que los expertos siguen alertando sobre la gran cantidad de azúcar presente en ellos.

«Ante la alarma por la epidemia de obesidad se adoptó una Estrategia NAOS y se han hecho tímidos intentos pero, aún así, se siguen viendo alimentos poco recomendables en áreas educativas», asegura la endocrinóloga.

Malos ejemplos en los hospitales

Si la implantación está siendo débil en áreas tan «sensibles» como los colegios, no ha de sorprender que las máquinas de venta de comida en los vestíbulos de los hospitales valencianos incluyan una amplia variedad de gominolas, chocolatinas o de snacks con alto contenido en grasas o sal. «A mí esa imagen me chirría ya que al estar en un hospital lo que transmites es que no debe de ser muy malo», critica.

Esta imagen en los hospitales valencianos podría tener, sin embargo, los días contados. La Conselleria de Sanidad está preparando una norma para 2017 que fomente la alimentación saludable en el ámbito sanitario y por la que se exija, precisamente, adecuar la oferta de estos canales de venta (tanto en comida como en bebida) a los criterios nutricionales de la Estrategia NAOS, que arrinconan el alto contenido en sal, azúcar o grasas.

La idea es aplicar estándares sanos también para los mayores, al menos, en instituciones públicas. «Yo sí abogo por ser igual de restrictivos que con los niños. Estamos concienciados con la obesidad infantil pero donde más ha aumentado es en los adultos», asegura la especialista. Mientras, los médicos siguen advirtiendo del aumento exponencial de personas que desarrollan diabetes por problemas de sobrepeso o sobre la relación de las grasas saturadas con un mayor riesgo de enfermedades cardiovascualres. Es para mirar la etiqueta la próxima vez que se levante a la máquina a por algo de comer.