La primera pista la da un eurodiputado: si quieres hablar con la persona valenciana que más manda en Bruselas no está en el Parlamento; se llama Clara Martínez Alberola y no la conoce casi nadie. Así es. Martínez Alberola es la jefa de gabinete adjunta del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Su número dos en la sombra, su mano izquierda en la fontanería del Ejecutivo europeo.

No es política, sino funcionaria por oposición. Nació en Valencia hace 53 años, estudió desde los cuatro hasta los dieciocho en el Liceo Francés de Isabel la Católica, Moncada y Paterna, acabó Derecho en la Universitat de València el mismo año que España entraba en la Comunidad Económica Europea y al año siguiente, en 1987, llegó con un beca del Impiva a Bélgica para sumergirse en el proyecto europeo. Tras estudiar Derecho Europeo en Brujas y Bruselas y ganar en 1990 una plaza por oposición en la Comisión Europea, Clara ha escalado puestos en la arquitectura comunitaria hasta alcanzar esta planta decimotercera de la Comisión Europea, la más alta de todas, a la que un ordenanza acompaña en el ascensor.

El despacho de Martínez Alberola es gigante y acristalado, con unas vistas privilegiadas sobre Bruselas. Una metáfora del poder y la influencia que se respira aquí. De la pared cuelgan fotos de Juncker y Barroso, un reportaje sobre su jefe de gabinete Martin Selmayr, una vista antigua de Bruselas y la reproducción en póster de La joven de la perla, de Vermeer.

Polifacética. Muy joven empezó ella aquí. Tenía 24 años cuando llegó al Colegio de Europa de Brujas, donde conoció a su actual marido, un italiano con el que tiene tres hijos. Su vida comunitaria ha sido muy variada. En Justicia participó en la fase regulatoria de los derechos procesales. En Inmigración coincidió en la etapa en la que se establecieron las bases de una política migratoria común. En Farmacia tuvo un papel decisivo en la revisión de la legislación comunitaria y el refuerzo de la Agencia Europea del Medicamento de Londres. También ejerció la coordinación, durante el proceso de ampliación de la UE a diez nuevos miembros, de cómo esos Estados debían adaptar su legislación en materia de mercado interior. Pero llegó 2005 y Durao Barroso, entonces presidente de la Comisión Europea, la reclutó para su gabinete después de que el entorno de Loyola de Palacio le pasara el currículum de Clara.

Con Barroso estuvo nueve años y disfrutó de las relaciones con América Latina, con todas las cumbres iberoamericanas y bilaterales viajando de un país a otro: Perú, Colombia, México, Brasil? Luego llegó Juncker en 2014. No sólo la renovó en su gabinete de once personas, sino que le ofrecieron ser la jefa adjunta del gabinete.

El principio de un fontanero de la política lo sintetiza a la perfección: «Nosotros no existimos; sólo estamos en la sombra». Pero la realidad es evidente: «La comisión se reúne cada miércoles. Todo lo que va al orden del día pasa por el gabinete y hemos de estar de acuerdo para su inclusión. Por tanto, tiene mucha influencia. Aquí se decide qué se somete a la decisión del colegio de comisarios y qué no». Son la primera criba de todo el proceso comunitario.

«Lo peor de Europa». En estos casi dos años con Juncker ha habido un tema que le ha consumido horas y disgustos a partes iguales: la crisis de los refugiados. «Ha sacado lo peor de Europa „opina„. Es triste que en Europa se ponga en cuestión la acogida de personas que huyen de la guerra porque a algunos no les da la gana albergarlos. Se está pecando de política a muy corto plazo. Y eso está reforzando los partidos populistas y extremistas del centro de Europa, en países que tantas ganas tenían de entrar en la Unión».

Se le menta el brexit, los refugiados, la crisis, el populismo. ¿Peligra el proyecto europeo? Clara Martínez relativiza. «Es una situación compleja, pero no más que en otras épocas. Hemos pasado Maastricht, Niza, el fracaso de la Constitución Europea, el proceso de ampliación al Este. Europa avanza, aunque el proyecto se va volviendo más complicado: no es lo mismo trabajar con 12 países que con 28. Somos más grandes, pero también más diversos», responde. La entrevista acaba. Clara vuelve a su despacho. En el de al lado ha entrado, paso lento y cabeza gacha, Jean-Claude Juncker.