Una pica en Flandes, pero sólo una pica. Es lo que tiene la Generalitat Valenciana en Bruselas. Una oficina, a dos paradas de metro del corazón de las instituciones europeas, con sólo cuatro trabajadores. Son los encargados de hacer lobby para los intereses valencianos y cazar ayudas comunitarias. Llegaron a rozar el medio centenar de personas en la época dorada de Francisco Camps. Los recortes de la era Fabra esquilmaron la Fundación Comunidad Valenciana Región Europea, creada en 2003. Ahora, Joan Calabuig, nuevo delegado del Consell ante la Unión Europea, quiere cambiarlo. Y su plan pasa por desplazar a Bruselas de forma permanente a funcionarios de las conselleries más potentes.

«El Gobierno de la Generalitat debe convencer a todas las conselleries de que la política europea es política interior, no exterior. Necesitamos personas instaladas en Bruselas que puedan darle una continuidad a las políticas valencianas relacionadas con la UE. Por eso hemos de avanzar, progresivamente, para que los distintos departamentos del Consell tengan presencia en Bruselas con personal propio: funcionarios públicos dedicados a los proyectos europeos», explica Calabuig en la sexta planta del Comité de las Regiones, en Bruselas, en este día soleado con alerta terrorista amarilla en las sedes comunitarias.

La sensación de soledad y «precariedad» —es el adjetivo que utiliza Calabuig— se palpa al llegar a la calle bruselense de Edmond Mesens. Allí, en un barrio elegante y tranquilo de casas adosadas, está situada la embajada valenciana en Bruselas. Nada que ver con las gigantes sedes de Baviera, un imponente palacio en el corazón comunitario, o de Cataluña, un vistoso edificio acristalado en la burocrática Rue de la Loi que al Govern de Puigdemont le cuesta 774.000 euros anuales sólo en alquiler. En la oficina valenciana es todo más modesto. Socarrats de Jaume I, cerámica de Manises, senyeres de varios tamaños, una reproducción de la dama d’Elx y un vestíbulo sin portero con tres solitarias banderas, alguna placa y folletos turísticos de la Comunitat Valenciana.

Campo de batalla con glamur

Gustavo Martinie, técnico de la fundación valenciana instalado en la capital belga, es directo. «Lo que ves de glamuroso es de terrible. Bruselas es como un campo de batalla donde hay 300 regiones representadas y cada una lucha por sus intereses buscando siempre la mejor posición. Ya sea la normativa que permite entrar a la naranja sudafricana o que los cuellos de botella ferroviarios reciban una solución. Todo eso, en buena parte, se combate aquí. Con trabajo, contactos y agenda. Propiciando alianzas regionales. Porque nuestro objetivo es influir en todo», destaca Gustavo Martinie.

A Calabuig le gusta citar una cifra leída en el Financial Times: hay 15.000 personas dedicadas a hacer lobby en Bruselas. Unas 3.000 son veteranas y establecidas de forma permanente. Sólo cuatro representan a los intereses valencianos. La dinámica se ha de cambiar, insiste el cargo socialista. «Es necesario un cambio cultural en el conjunto de la Generalitat: lo que se decide en Bruselas es tan importante como lo que se decide en el corazón de la Administración valenciana. Y necesitamos a nuestra gente aquí para realizar el seguimiento de los temas de forma especializada. Para mejorar la agenda de contactos sobre el terreno», sostiene el ministro valenciano de Exteriores.

Nuevos desafíos

La oficina tiene encomendados tres retos. Por un lado, seguir empujando el lobby valenciano para que revierta en medidas de la UE que beneficien o no perjudiquen los intereses valencianos. Por otro lado, recopilar toda la información sensible para la Comunitat Valenciana, y estar atento al más mínimo detalle en los estados embrionarios de cualquier medida, para dar parte al Consell. Finalmente emerge una tercera pata: conseguir financiación. «Es urgente intentar lograr más recursos para la Comunitat Valenciana a través de proyectos, inversiones y colaboraciones. Un ejemplo: en 2011 la Comunitat Valenciana estaba involucrada en 32 proyectos europeos. El año pasado eran sólo tres», deslizan en la oficina de la Generalitat en Bruselas.

A la salida de la oficina valenciana hay un busto de Edmond Thieffry: el piloto que en 1925 realizó el primer vuelo de Bélgica al Congo. El sueño del Consell es unir más estrechamente Bruselas y Valencia. No por avión, sino por dinero e influencia. Puro lobby.

Reto: Nueva reputación valenciana

Hay un reto que el Consell quiere abordar en Bruselas: «Reconquistar la reputación y el prestigio de la Comunitat Valenciana». Lo traslada Joan Calabuig. «Es un paso previo. Hay que dejar claro que en esta nueva etapa hay un Gobierno valenciano serio, honrado y digno de confianza que cumplirá con las normas. Porque para influir en las decisiones antes tienen que tomarte en serio», añade. La oficina valenciana confirma que en Bruselas ya se percibe que se quieren hacer las cosas de forma diferente. Y ponen un ejemplo: la reunión entre el conseller de Transparencia, Manuel Alcaraz, con la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude. Costó mucho esa reunión, pero gustaron las medidas de prevención. Aseguran que la mirada ya es otra.