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Análisis

"Vivir es tomar partido". Así vuelve el PSPV de Ferraz

Puig se suma a la corriente mayoritaria pero se mantiene en silencio para no molestar a sus socios de gobierno

"Viure és prendre partit". Ximo Puig hizo lo que reza en el perfil de su Whatsapp y tomó partido. Por la abstención. Con el grupo vencedor. Al lado de la gran mayoría de presidentes autonómicos socialistas. Lo hizo de manera silenciosa, solo con su voto, sin salir ni antes ni durante el comité federal a justificar la abstención. Una manera de respetar la libertad de voto, de que nadie en la federación valenciana se sintiera presionado. Una manera también de estar y no estar del todo y una manera de no molestar más de la cuenta a los socios del Consell, que podrían alterarse con un discurso del president sobradamente a favor de una abstención que dará el gobierno al PP. La incógnita es cómo encaja esta actitud, ya practicada en el comité del 1 de octubre, con la voluntad de mayor peso específico e independencia que el PSPV de Puig quería jugar ante Ferraz.

La posición de Puig es el reflejo también de una federación llámenla plural o fracturada, según sensibilidad y grado de irritación. Porque el PSPV vuelve del comité como se fue: dividido. De los 22 delegados, diez votaron hacia un lado, ocho hacia otro y cuatro se ausentaron. Eso, entre los representantes, porque en la calle la sensación que transmiten redes sociales y barras de bar es que a la ciudadanía de izquierdas le cuesta digerir un apoyo parlamentario al PP. La inteligencia de Blanqueries alega que sus encuestas dicen que una holgada mayoría de valencianos y simpatizantes socialistas no quieren unas terceras elecciones.

A ese dato y a su papel institucional de presidente de todos los valencianos regresa agarrado Puig. También a los "objetivos inaplazables" por cuya inclusión en el documento final a favor de la abstención ha peleado. Esas premisas (no alcanzan la categoría de condiciones para la investidura) pasan por la derogación de la reforma laboral, un pacto educativo y territorial, el derecho de las mujeres al aborto y la seguridad del futuro de las pensiones. Decir trabajar por un pacto por algo es como crear una comisión cuando surge un problema. Un buen ejercicio desiderativo y una forma de aplazar las cuitas de hoy. Lo que no dice el documento es qué piensa hacer el PSOE si su "oposición tan firme como constructiva" choca con el muro del Gobierno del PP. ¿Promoverá una moción de censura cuando parece que faltan meses para que vuelva a tener líder? Quizá es Rajoy quien convoca antes elecciones si ve la acción de gobierno bloqueada.

Y, si eso sucediera, el PSPV vuelve del comité federal con lo que en términos de marketing podríamos llamar un problema de posicionamiento: los clientes empiezan a tener dudas de donde situarlo. Cuando eso pasa en el supermercado, suelen escoger otro producto.

La buena nueva, como reconocen algunos dirigentes en privado, es el discurso duro y del miedo por el que ha optado Pablo Iglesias, el de Podemos. El que da pavor de verdad en Ferraz es un Podemos moderado y socialdemócrata, el de Íñigo Errejón, para entendernos.

Otros elementos favorables son que el gobierno del Botànic está blindado (Montiel no podría vender con facilidad dejar caer un gobierno de izquierdas) por mucho que Compromís y Podemos utilicen la operación abstención como reclamo electoral (ya empezaron ayer), y que, por lógica, la oposición "hostil" de Isabel Bonig debería moderarse en aras a no entorpecer los acuerdos de Madrid.

A Puig le toca ahora coser de verdad, pero puertas hacia adentro. Y poner todas las antenas y los retrovisores, porque el momento, tan revuelto entre la militancia, es propicio para la aparición de alternativas de poder. Este domingo ya parecía que alguno, y con cargo orgánico, había inaugurado campaña. El escudo del cargo institucional, tan deseado tras 20 años en el desierto, disuade de rebeliones, pero es bien conocido el gusto por las guerrillas del socialismo valenciano moderno.

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