Las cifras del último anuario estadístico del «cap i casal» confirman que los valencianos prefieren a la hora de dormir el sueño eterno la incineración frente a la tumba o el nicho. Valencia registró 4.596 cremaciones en 2014, frente a 3.807 inhumaciones, una tradición que ha ido en descenso desde 2005, cuando todavía las inhumaciones superaban con creces a la incineración. La tendencia empezó a cambiar en 2006 y en 2013, por primera vez, hubo más cremaciones. En 2014, se ha notado un ligero repunte en las inhumaciones, sin embargo, la opción de la incineración es superior y ha crecido de manera exponencial entre 2012 y 2014, coincidiendo con los peores años de la crisis económica cuando las familias han tenido que recortar todo tipo de gastos, y en los que se ha pasado de 3.900 a casi 4.600 cremaciones. Las incineraciones que en 2005 suponían un 37% representan ahora un 54%.

El auge de las cremaciones llevó hace años al Ayuntamiento de Valencia a construir un columbario en el Cementerio General, donde quienes lo deseen y por un módico precio (12 euros al año) pueden depositar allí las cenizas de sus difuntos con una placa recordatorio renovable cada cinco años. La funcionalidad y sencillez se impone en este tipo de espacios que en Valencia se ha bautizado como Jardín del Recuerdo. Entre las motivaciones que explicarían esta tendencia a la cremación estarían las económicas ya que la diferencia de coste entre una opción y la otra es hasta cuatro veces menor. Esta por ver cómo afectará a este cambio en las costumbres de los valencianos la nueva recomendación vaticana de enterrarse a la manera tradicional en vez de elegir el crematorio, una opción que sin estar mal vista por la Iglesia si se considera menos adecuada para alcanzar la salvación, y mucho más si las cenizas acaban en un lugar distinto al camposanto, esparcidas en el mar o en una urna en el salón de casa.