Dyon tiene su vida personal resuelta. No tiene ni problemas afectivos ni económicos. Es griego, vive en Barcelona y lleva tres años realizando acompañamientos sexuales a personas con diversidad funcional. Empatiza con ellas con rapidez. Hoy tiene 37 años, pero hace 10 le dio una embolia que le dejó paralizada la parte izquierda de su cuerpo. Está totalmente recuperado, pero sabe bien lo que significa tener una mente despierta y un cuerpo dormido. Él es el encargado de realizar la formación a las 20 personas que se han presentado al proyecto para ser acompañantes sexuales en Valencia. No todo el mundo vale. La formación es clave y necesaria.

«Aporto mi experiencia sexual y disfruto de la compañía. Se puede establecer un contacto íntimo de mil maneras. Se pactan los límites y es algo satisfactorio para ambos. Es una relación de igual a igual. Esa es la clave. A mí no me dan pena. Eso es lo peor que puedes hacer con una persona, tenerle lástima. Aprendo mucho de todos mis ´acompañamientos´ y descubro cosas nuevas de mi sexualidad», explica Dyon.

La duda recae en si hay retribución económica, o no. En el caso de Dyon, sí. «Los curas cobran, y los psicólogos, y los médicos... Todos lo hacen por ´ayudar´ pero reciben algo a cambio. El ´acompañante´ invierte tiempo y dinero en los encuentros, pero las cuantías se pactan con el usuario y pueden no ser en metálico, puede ser algo tan sencillo (o complicado) como un poema», asegura. Aún así es algo que pactan usuario y acompañante.