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«Quiero que mis hijas entiendan que la salud no es un privilegio para ricos»

Nerea Bueno es anestesista con plaza fija en el SAMU. Ahora mismo está en la isla de Zanbibar, en Tanzania

«Quiero que mis hijas entiendan que la medicina no es un privilegio de los países ricos. Creo que mi ejemplo las ayudará a empatizar, a saber que ayudar a quien lo necesita es labor de todos y que implica un sacrificio». Nerea Bueno sabe que hay personas que no la entienden. ¿Dejar a sus hijas pequeñas para marcharse lejos cada cierto tiempo para ayudar a 'los demás'? Muchos dirían, no, pero ella está hecha de otra pasta. «Sí; sin dudarlo. Quiero un mundo mejor para mis hijas -Celia, de 7 años y Sofia, de 6- y lucho para conseguirlo». Nerea no es una «madre al uso». Pocas se pasan 24 horas subidas en una ambulancia. Toda una vida de dedicación a los demás.

De hecho, ahora mismo esta médico anestesista que trabaja en el SAMU con plaza fija está en esa África, negra y musulmana, a 6.000 kilómetros de su casa en plena misión humanitaria. Allí, en la isla de Zanzíbar, destino paradisíaco para celebrar la luna de miel, se encuentra Nerea. Es un lugar de extremos. Belleza extrema, pobreza extrema. Nerea es voluntaria de la Fundación NED y por ello mantiene ese espíritu de aprendizaje que caracteriza a esta ONG. «No se trata de competir para ver cuantas operaciones se pueden realizar en una misma misión. Se trata de enseñarles cómo se hace, de formar a médicos y a enfermeros, de enseñarles el uso instrumental y ofrecerles herramientas», asegura.

Una de las cosas que más le llama la atención a Nerea es la mirada de las personas que atiende. «Te miran con una inquietante calma... asombrados de que alguien les escuche su repetitivo mantra: Naumia (dolor, en swagili)», explica. El trabajo es duro. Nerea se asusta de pocas cosas, curtida en el SAMU como está. Pero evidencia la falta de medios. «Aquí te tienes que apañar con cuatro cosas. No tenemos pruebas diagnósticas, así que se realizan pruebas clínicas. De vez en cuando curamos... y casi siempre consolamos y aliviamos, es una pelea por la dignidad de la vida y la línea que hilvana la muerte. En el camino se quedan muchas lágrimas. Entre los catéteres, el ambú, la amoxicilina... Pero sobre todo, nos traemos sonrisas y lecciones de vida. Para seguir aprendiendo y creciendo con el lema swagili del 'hakuna matata' que todo el mundo te intenta transmitir», afirma.

Los héroes de la aventura

El trabajo que ha realizado Nerea la otra vez que visitó Tanzania se centró en la asistencia ginecológica. «Una chica de 26 años allí ya tiene 6 hijos», explica. En esta ocasión ha viajado, por primera vez, con un equipo de neurocirujanos y lista de espera para operaciones. Así se trabaja entre una misión y la otra. «Doy gracias a todo el equipo que me acompaña, y por supuesto doy las gracias a mis padres... los auténticos héroes de mi aventura porque, desde mi primer viaje a India, cuando aún era estudiante, me animaron a seguir desplegando alas y tendiendo puentes», concluye.

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