No sólo la muerte, tan recordada ayer en los cementerios como enterrada en el olvido los próximos 364 días, aboca al duelo. Hay otras pérdidas cotidianas a lo largo de la vida que provocan duelos menores; trances que desatan un mecanismo psicológico similar al del fallecimiento de un familiar. El adiós a la juventud. La crisis de la mitad de la vida. La jubilación. Una separación sentimental. Una discapacidad repentina. Una enfermedad terminal. La vejez. La emigración y el abandono de la patria. A todos esos procesos de herida y cicatriz emocional va a dedicar un simposio de dos días la Asociación Viktor Frankl para la ayuda en el sufrimiento, en la enfermedad y ante la muerte.

Las jornadas, que acoge el Ateneo Mercantil de Valencia este viernes y sábado con una docena de conferencias, se titulan «Duelo y transiciones vitales. Descubriendo sentido en la vulnerabilidad». Explica Sebastián Taberner, presidente de la asociación Viktor Frankl en Valencia, que buscan «mirar de frente cuestiones que son desagradables y poco visibles» a nivel social para extraer lecciones. Para aprender del dolor que no sólo llega de la mano de la muerte.

Uno de los duelos sociales al alza, señala, es la crisis de la mitad de la vida, que asalta entre los 40 y los 50 años como un «abismo» que se analizará en el simposio. Santiago Muñoz, médico, licenciado en Psicología y responsable del área de Ayuda en el Duelo de la asociación Viktor Frankl, enmarca este síndrome de cuando se ve más camino andado del que queda por andar: «Mucha gente se hace planes de conquista y triunfo para alcanzar en su vida. Quizá en una primera etapa lo consigue en parte: logra un trabajo, una casa, bienes materiales, forma una familia. Está en una etapa expansiva. Pero llega el momento en que percibe que ya no puede progresar más. Incluso a nivel laboral no ha llegado al nivel que perseguía. Y hay personas que esa etapa la viven muy mal: como una frustración existencial», apunta.

A veces, coincidiendo con esa crisis de la mitad de la vida, surgen rupturas de matrimonios y de parejas estables. Un duelo se mezcla así con otra pérdida que el congreso abordará desde un punto de vista psicológico: «Mal de amores: uno de los duelos más difíciles». Una tragedia para algunos. La puerta al suicidio para una minoría que Santiago Muñoz no quiere dejar de mencionar para subrayar la importancia que tiene el mal.

Aunque a algunos les resulte paradójico, una ponencia del profesor emérito Ramón Bayés analizará «La jubilación como premio, la jubilación como castigo». Muñoz enumera los peligros de ese momento a veces anhelado: llega la pérdida de un rol social, la merma de capacidad adquisitiva, los primeros contactos con la enfermedad, la ociosidad. Él trabaja el duelo que comporta el envejecimiento, con la pérdida de facultades físicas y psíquicas. Para combatir ese duelo da sólo un consejo: mirar atrás y sonreír. «La forma más segura de ser es haber sido. El pasado es lo único consistente que tenemos en la vida, ya que el presente es sólo un momento y el futuro está por venir. Todo lo que hemos vivido no se pierde», recalca.

Uno de los duelos casi invisible es el de los emigrantes que dejan su patria y su vida. «Cuando te encuentras en un ambiente no sólo diferente, sino que puede ser hostil por tu raza, lengua o creencia, es uno de los duelos más difíciles. La sociedad -pide- debería hacer un mayor esfuerzo por la integración».