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Corre, conejo

Corre, conejo

Hazte runner». Topo con el lema en la contraportada del diario mientras la televisión amarga el desayuno. No es mal momento para empezar a correr. ¿Quién no tiene la tentación en días así de Harry Angstrom, aquel personaje de John Updike que un día cualquiera cerró la puerta de casa para siempre? Corre, conejo.

Pienso en Zapatero, el expresidente optimista, que el viernes estuvo en Valencia con su discurso tan loable en foros enmoquetados de que la globalización es una bendición que está destruyendo la desigualdad entre el Norte y el Sur, que conviene elevar la mirada y entender que, aunque los países ricos hayan paralizado su crecimiento, nunca ha habido menos pobres en China, en India o en Sudamérica.

El caso Trump es la demostración de que si este es el discurso con el que la socialdemocracia piensa recuperar músculo en Occidente ya pueden estar tranquilos conservadores de toda la vida y populistas de nuevo cuño.

La clase media occidental acaba de enterrar los análisis macroeconómicos de la política convencional. Quedan bonitos en las salas de la ONU y puede que incluso sirvan en Bruselas antes del café y el cruasán de media mañana. Son una reflexión académica interesante, pero el voto se juega hoy en los terrenos de un neonacionalismo rampante. El hombre corriente occidental ha decidido cerrar los visillos ante la deprimente certeza de que su vida es y va a ser peor que la de sus padres. La casta, el establishment, llámenlo como quieran, lo paga. Por falta de respuesta y porque siempre hay que encontrar un culpable.

En estas, mientras el rojo Trump llena ya en la pantalla el centro del mapa de EE UU „el más rural, el más suspicaz ante el cosmopolitismo neoyorquino y californiano„, Pablo Iglesias se manifiesta en ondas y redes. El análisis fácil del día después: Hillary no era buena candidata; otro gallo hubiera cantado en EE UU con Bernie Sanders. Hoy parece una verdad lapidaria. ¿Hace una semana la escuchamos en alguna boca?

¿Qué nos queda? Queda confiar en el efecto moderador de la Casa Blanca y sus lobbies. ¡Dónde hemos llegado! El odioso establishment es hoy la tabla de salvación de la democracia estadounidense. Queda esperar que las mismas limitaciones que encontró Obama las experimente Trump con sus ideas, que algunos comparan con las del viejo fascismo europeo. El equipo del que se rodee será capital. Queda eso o empezar a buscar las zapatillas. Corre, conejo.

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