Más verso suelto que nunca, Esperanza Aguirre no ha perdido vigor. La concejala en el Ayuntamiento de Madrid, exministra, expresidenta de la comunidad y del Senado, tótem del sector más derechista del PP, no tarda ni dos frases en dar un titular: «El comunismo es el horror». Aguirre llega a Valencia para alertar del avance del populismo en España, con Podemos como punta de lanza.

A sus 64 años dice que volvió a la política para desafiar al partido de Pablo Iglesias. «Es el nazismo». Dice lo que piensa y sólo se frena cuando le preguntan por el PP de Rajoy. El envoltorio es un curso de la universidad Menéndez Pelayo.

Ella es liberal. Lo repite muchas veces. Pronto tumba a Fukuyama y su fin de las ideologías porque el totalitarismo ha resucitado. «El virus se ha transmutado en cepa podemista», alerta al auditorio.

Lanza su alegato sin presencia del PP valenciano, alejado de esa especie de tea party español en el que se sitúa Aguirre, y más cómodo en un mensaje centrista con el que apuntalar la reconstrucción y el rearme de discurso en el partido que lidera Isabel Bonig. La lideresa popular tenía ayer agenda con una visita a la residencia de Carlet, aunque fuentes de su entorno señalan que hace dos meses Bonig acompañó a Aguirre en la presentación de su libro y hay sintonía.

Para Aguirre, Trump no es un populista, aunque ha utilizado «trucos» de su discurso. Pero no encaja en su patrón de populismo. «Es popular y populachero, pero no populista», profundiza. No lo es porque no quiere derribar el sistema, ni ha llegado al poder por una gran crisis económica, ni puede ser considerado racista, porque solo quiere frenar la inmigración irregular, lo que ella comparte.

En su canon de populismo sí encaja perfectamente Podemos, un partido que, dice, ha venido a derribar el sistema. Considera un «bendito error» de Pablo Iglesias la coalición con IU porque ha puesto de manifiesto que el líder de Podemos es marxista. «El más radical de todos», abunda. Si el nazismo buscó un enemigo externo, el capitalismo judío, para legitimarse, Iglesias también lo ha hecho con la casta. Ambos desprecian el sistema, la República de Weimar y la Constitución española los podemistas.

Aguirre pronuncia la palabra corrupción, pero sólo para asegurar que han sido los populistas los que la han exagerado.

Preguntada por Bonig, la expresidenta madrileña asegura que será «la presidenta de la Generalitat; la admiro, ha sabido liderar el partido en un momento muy complicado», añade. Del tripartito valenciano no opina porque no lo conoce.

El presidente Puig, preguntado por la visita, rechazó que Aguirre venga «a dar lecciones y a decir a Bonig lo que tiene que hacer», cuando el PP ha llevado a la C. Valenciana a la losa reputacional actual y a una deuda de 43.000 millones.