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Redes sociales

Cuando el amor es conexión

Un tercio de las parejas se conocen por internet pero luego silencian ese dato ante familiares o amigos - La tecnología ha cambiado la forma de relacionarse aunque seguimos buscando lo mismo: ser queridos

Cuando el amor es conexión

­El mundo cambia y el amor también. O, al menos, la forma de buscarlo. Si antes se recurría al baile del pueblo para ligar, ahora las nuevas tecnologías han abierto otros horizontes. Así es el amor digital, el amor 2.0. Antes el amor estaba en el vecindario. Ahora está en cualquier parte del mundo. El actor y comediante Aziz Ansari ha estudiado todos los pormenores de los nuevos romances para escribir su libro «El amor en la era digital», que acaba de publicar Libros de Seda. Y para ello comienza con una comparativa entre el amor analógico y el digital. Así que acudió a una residencia de ancianos.

Allí se reunió con varios mayores que contaron cómo habían conocido a sus parejas. Muchos las habían conocido en el mismo vecindario. O a unas cuantas manzanas más allá. Ahora, las posibilidades para ligar con las aplicaciones móviles (como Tinder o Grindr) y las páginas webs (como adoptauntio.es) son infinitas. Todavía se puede ligar con un vecino, pero también con alguien que te cruzas por la calle o que está al otro lado del mundo. Esas personas mayores que entrevistó Ansari se habían casado a una edad media entre los 20 (ellas) y los 23 años (ellos). En 2014 los hombres se casaban a los 30 y las mujeres a los 27. En España este dato es aún más exagerado.

Según el INE, en 1974 ellos contraían matrimonio a los (casi) 27 años y ellas a los 24. Ahora a los 34 y 32, respectivamente. Eso es porque antes, según las investigaciones de Ansari, para las mujeres casarse era la oportunidad perfecta de salir de sus casas. Y para todos era el primer paso hacia la madurez. En cambio ahora, los veinteañeros y treintañeros están más centrados en formarse e iniciar una carrera profesional que en casarse. Los sociólogos llaman a esto «madurez emergente».

En España se añaden las dificultades económicas para formar una familia. Y que ya no está tan mal visto «arrejuntarse».

Seguimos buscando el amor

El politólogo Carlos Gil de Gómez-Aradros explica en el ensayo «Vida grafeno», junto al periodista Arturo Téllez, donde dedica un capítulo a los sentimientos, que por mucho que busquemos explicaciones tecnológicas, siempre hay detrás un aspecto biológico (queremos hijos), sociológico (pretendemos evitar la soledad) e incluso personal (tenemos necesidad de trascender). «Las redes sociales nos proporcionan nuevos medios para encontrar los mismos fines», sostiene.

Pero ya no buscamos lo mismo en nuestra «alma gemela». Aziz Ansari habló con el sociólogo familiar Andrew Cherlin, autor del libro «The Marriage-Go-Round», que le explicó que hasta hace 50 años la gente se sentía satisfecha por ese «matrimonio de compañerismo».

Del hombre se esperaba que trajese el sueldo; de ella, que criase hijos y tuviese la casa arreglada. Se casaban para formar una familia y no tanto porque hubiesen encontrado el amor de su vida. Ahora somos más estrictos. Entrevistando a más jóvenes se dio cuenta de que buscan a su «alma gemela»: alguien que les atraiga física e intelectualmente y con el que puedan divertirse.

En esta búsqueda de la pareja ideal son muchas las personas que recurren al teléfono móvil. Surgen numerosas webs de contactos y de aplicaciones móviles con las que seguir la pista de un posible romance. Uno de cada diez americanos ha intentado ligar por internet. Un estudio hecho por Aaron Smith y Maeve Duggan, «Online Dating & Relationships», estipuló que el 11 % de los adultos americanos (y el 38 % de éstos que todavía están solteros y buscando a alguien) ha usado estas páginas para conseguir citas. Pero la tecnología no garantiza un príncipe azul. A veces, lo contrario.

Otro estudio, éste de «GlobalWeblndex», afirma que el 42 % de los usuarios de la aplicación para ligar Tinder ya están casados o tienen pareja. Para llegar a esta conclusión hicieron una investigación sobre 170.000 usuarios de internet de todo el mundo.

La ansiedad de la respuesta

Una vez que las personas contactan entre sí empiezan a mensajearse a través del móvil. Los psicólogos aseguran, según relata Ansari en su libro, que la espera entre los mensajes puede causar ansiedad. David Auerbach, el inventor del «?» que aparece en iPhone cuando alguien escribe un mensaje, afirmó que la razón por la que muchas personas dicen odiar este icono es que «construye anticipación». Y si encima responden con una respuesta banal, la desilusión ya es enorme.

Muchas de las personas que hablaron con Ansari -incluso él mismo- reconocían que, angustiadas, se habían hecho toda clase de preguntas («¿qué habré hecho mal?», «¿se le habrá roto el móvil»?) cuando una persona con la que estaban ligando desaparecía del mapa. Otros muchos reconocían que esperaban tiempo a propósito entre mensaje y mensaje para que la otra persona lo esperase con más ansiedad.

Según explica Ansari, hay una idea extraída de la psicología social que encajaría bien en esta teoría de los juegos de los mensajes (me contestas, no me contestas), que es el principio de escasez: nos resultan más deseables cuanto menos disponibles están. Si una persona -póngase A- escribe poco a otra -B-, pues B genera «escasez de A», lo que podría hacerle resultar a A más atractivo.

También puede ser que no contesten porque no les ha gustado la información que han encontrado de la pareja en potencia en internet. En una encuesta dirigida por «Hunter Public Relations» en 2011, más del 80% de los encuestados admitía haber buscado a sus pretendientes en Google antes de la primera cita. Esto, según pudo descubrir Aziz Ansari, puede ser algo positivo si se encuentra información interesante. Pero también puede hacer que descarten la idea de quedar para siempre o que vayan a la cita con una imagen preconcebida. Si es a través de Tinder, puede ser que la persona esté en ese 38 % de mentirosos.

Si todo ha salido bien (dos personas se han conocido en internet, se han gustado, han intercambiado varios mensajes y han quedado) se pasa a la fase de la cita. Parece que en un primer momento, las personas se podrían sentir atraídas por el físico y los atributos de su acompañante, pero un estudio publicado en el «Journal of Personality and Social Psychology», Paul Eastwick y Lucy Hunt, dos psicólogos de la Universidad de Texas, demostraron que en la mayoría de las citas el «valor como pareja» de una persona no es tan importante como su «valor singular». Con «valor como pareja» los autores hacen referencia a la primera impresión (influyen elementos como el aspecto, el carisma o el éxito profesional). El «valor singular» es el valor por encima o debajo del de la primera impresión. Normalmente, para que se puedan valorar los rasgos más profundos y distintivos de una persona hace falta algún encuentro más. Y no siempre se da el caso.

En EE UU, un tercio de las parejas se conoce por internet. El caso es que, aunque haya malas experiencias, a muchas personas les funciona. Entre los años 2005 y 2015, un tercio de las parejas que se casaron en los Estados Unidos se había conocido por internet.

Eso sí, según pudo comprobar Aziz Anzari, a pesar de que esta forma de ligar está a la orden del día en su país, muchas son las parejas que prefieren «silenciar» este dato e inventarse una historia aparentemente más romántica para contar cómo se conocieron en las reuniones familiares .

Menos sexo que sus padres

Pese a lo fácil que puede parecer ligar con todas las herramientas que hay, parece que los jóvenes tienen una menor actividad sexual que sus progenitores a la misma edad. Un estudio publicado en la revista científica «Archives of Sexual Behaviour», determinó que el 15 % de los millennials (personas nacidas en las décadas de los 80 y 90) no tenía una pareja sexual desde los 18 años. En el caso de sus padres (nacidos en las décadas de los 60 y 70) este dato se reduce al 6 %.

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